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-cibiendo los testimonios de la ley y los Profetas, y oyen- do la voz del Padre que te llamé su Hijo bien amado, objeto de sus complacencias divinas y oraculo que debe- mos oir; Tui, que eres el resplandor del Padre, la figura - de su sustancia; Tui, que gobiernas el mundo con tu sa- | biduria, ,te postrar4s 4 mis piés para lavarlos? Domine, tu mihi lavas pedes? Si los angeles se reputan por felices al servir de peana 4 tu trono, gcdmo permitiré yo que - Javes los piés 4 un discipulo? ,A mi, pobre pescador ; & mi, rudo é ignorante; 4 mi, podia afladir, que de aquia pocas horas te voy 4 negar; 4 mi, que he de sucumbir a la voz de una mujerzuela; 4 mi, que, siendo Apdéstol de la verdad, he de afirmar con juramento la mentira en esta noche, y me he de prsdipite: en un abismo de infi- delidad, de donde no saldré sino con una mirada eficaz detu gracia? Domine, tu mihi lavas pedes? éQuién debiera decir estas palabras , amados mios? 4Pedro, aquel discipulo fervoroso 4 quien el Padre celes- tial revelé la generacion eterna de Jesucristo antes que & ninguno de los Apdstoles; aquel que, infiel por unos mo- mentos, seria luégo tan penitente que lloraria toda su _ Vida su pecado; aquel que, Ilevado del amor 4 su Maes- tro, seguiria sus pasos hasta la casa del Pontffice, y se. introduciria entre los verdugos, y sdlo sucumbiria por el. miedo que tuvo & estos hombres atroces, 6 el otro desgra- -elado en cuyo corazon se habia fraguado la traicion mas -alevosa? Porque Pedro habla por si y por los demas dis- cfpulos, hombres humildes y llenos de amor y respeto hacia su Maestro; mas no podia hablar por Judas, en quien la envidia, el orgullo y la avaricia habian hecho de un Apéstol un apéstata, y de un discipulo un traidor; con todo, éste nada dice al ver 4 su Maestro postrado a sus pianitan sanguinarias ; pero ;oh amados mios! si las palabras del-principe de Jos Apéstoles nos dan 4 enten- ~der que Dios por nuestro amor se humillé al exceso, « -

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