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‘ rado con todo el mundo. Pedro tiene esta conviccion, y ' por eso protesta que no permitira que Dios se rebaje 4 tanto extremo de humillacion. Pero debemos advertir que "esta humildad no es verdadera ni grata al Sefior, si no va acompaiiada de una sumision y obediencia ciega 4 la voluntad del Sefior. Es excusable Pedro en la resisten- cia que opone 4 su Maestro, porque tenia por principio el celo de la gloria de Dios ; pero no era este celo segun la ciencia, porque no comprendia atin que la accion de la- varle los piés era el preludio de la asombrosa accion con que dentro de algunas horas iba su divino Maestro 4 la- var en su propia sangre nuestras almas. Sin embargo, Pedro nos ensefia & todos 4 conocernos para humillarnos, -ereyendo, como es verdad, que no somos merecedores de los dones infinitos de la redencion , y que cuanto el Seiior ha hecho por el hombre es por efecto de su misericordia sin limites. . Al mismo tiempo nos da ejemplo de su obediencia 4 Dios, y del aprecio que hace de sus bondades; pues tan pronto como Jesucristo le dice que’ para tener parte con El es preciso que se deje lavar los piés, Pedro responde entregandose todo 4 Jesucristo, su alma, su corazon, sus ‘ebras y sus movimientos. Véase qué efectos tan admira- bles produce en el alma la verdadera humildad; como Dios se manifiesta 4 los humildes, la mayor desgracia que puede sobrevenir 4 un alma que lo conoce es el recelo -siquiera de que este bien sumo se separe de ella por un solo momento. ;Qué terror no la sobrecogera 4 la sola idea de que quizas se exponé 4 no tener participacion en su amor infinito! Por eso la palabra de amorosa amenaza que Jesus dirige 4 Pedro, es una especie de rayo que cae so- bre su alma y la llena de espanto, respondiendo con mds vehemencia al consentir en que le lave los piés, que la que tuviera al resistir, siendo ambas respuestas hijas del amor. (Crisdstomo, Homil. 69, in Joan.) Lleno, por tanto,
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