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siendo alla fiel, la amar como 4 una esposa i toda la eternidad. (Cantares, cap. 11, vers. 14.) La pieza en que Jesucristo celebra la tiltima Pascua, a diferencia de cuanto ha servido 4 su persona augusta hasta enténces, es rica, suntuosa y grande: y como era ésta la primera iglesia 6 el primer templo cristiano, pues iba 4 ofrecerse en él el sumo y eterno Sacerdote, institu- yendo el Santisimo Sacramento, ordenando 4 los Apésto- les que lo consagrasen ellos siempre en memoria suya, y ee ddndoles la Comunion, quiso que él propietario le» lo méjor, para declararnos que hemos de dar al Seftor lo mas rico que tenemos. Yo me confundo,; porque lo m4s— precioso que tengo es mi corazon, que al Sefior me pide para si, y léjos de entregarselo 4 El, se lo he dado al mundo, a la vanidad y 4 la sensualidad. éQuién no se estremece al contemplar lo que pasa en el mundo hoy dia? Apenas bastan los tesoros de la tierra para satisfacer las exigencias del lujo; no hay una sola clase que no haya traspasado los limites de la modera- cion, y miéntras la humanidad marcha locamente tras la idolatria de si misma; miéntras el vestir, el andar, el aderezo de las personas , los muebles de las casas y cuanto ha inventado la sensualidad manifiestan que los tesords abundan por todas partes, sdlo en los templos se ve po- breza y miseria. Cuando se trata de dar 4 la vanidad, se. abren nuestras manos; cuando Jesucristo nos pide algo para si, las cerramos. ; Miserables! Sefial es ésta que nuestro corazon es de la carne, del mundo y del demonio, no de Jesucristo. Si amdramos al Sefior, le dariamos lo mejor que tenemos, como el duefio del Cenaculo de Je- rusalen; seriamos moderados en el comer , parcos en la _ bebida, modestos en los vestidos, y tendriamos que dar ~ & los pobres y 4 Jesucristo. ;Oh Dios mio! Dadme vues- tra gracia, para que yo me entregue enteramente 4 Vos, desprendiéndome con generosa resolucion de todo lo ter- $s, z Gy a wihesa.
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