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Se aly Sand nes oe eae EEN Nn aa bape aes ae Bina F r * ep oe en su Pascua. gPosees acaso estas virtudes, alma mia? | Sefior, me avergiienzo de no haberos amado; meaver- giienzo atin mas de haber amado los placeres torpes de este mundo. Pero yo te adoro, Dios mio , por tus miseri- cordias para conmigo. «Yo estaba sordo, y me llamas- te, me gritaste, y rompiste mi sordera ; yo estaba ciego, y apareciste resplandeciente y fugaste las tinieblas.» (San Agustin, lib. x, Confes., cap. xxvu.) Quiero amar lo que _ que aborreci, quiero shorrucer lo que amé; léjos de mi, mundo presumido y orgulloso; léjos de mf, concu ’ cia de la carne y soberbia de la vida; léjos de mi, migo, que has querido alucinarme con un poco de nea mundano que pasa como el humo. Mi Dios, mi Redentor, mi alma, la eternidad: hé aqui los tinicos objetos = in- teresaran desde hoy mi existencia terrena. 2.° Sabiendo los Apéstoles la exactitud con que su divino Maestro observaba los preceptos de la ley, y vien- do que se aproximaba la Pascua, le preguntaron en qué’ casa de Jerusalen queria que le preparasen lo neeesario para esta solemnidad: entdnces el Salvador les prescribié lo que habian de hacer, yendo 4 una casa cuyo dueiio, a una simple insinuacion de su parte, les mostraria una gran habitacion adornada y compuesta, en la cual pre- pararan cuanto era necesario para la cena. Hiciéronlo asi los dos discipulos comisionados al efecto; el sejior de la casa cedié cuanto tenia de mas rico en obsequio de Je- sucristo. Es muy digno de notarse en esto, que Jesucristo obra ‘como Soberano absoluto de todas las cosas, pues 4 una ligera insinuacion se le da cuanto quiere; tambien se debe advertir cuan grande es su gracia en los corazones hu- _ Mmanos cuando éstos se prestan 4 sus movimientos é -ilustraciones. Este hombre & quien Jesus se dirige pi- diéndole su casa, es el tipo de la constancia de nuestro amor a Dios y del alto desprecio con que hemos de des-
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