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Hijo, llena de ternura y heroismo al mismo tiempo, y derramando de sus ojos abundantes lagrimas y exhalando suavisimos suspiros, contestaria sin duda a su Hijo de este modo: « jQh Hijo mio! Cuimplase siempre en todo la voluntad de tu Padre celestial. Su sabiduria eterna no ha encontrado otro medio que la muerte de su Hijo para apla- car su infinita justicia, y yo me conformo y alabo al Se- fior por sus misericordias. Pero, Hijo mio, gsera posible que mueras ti y viva yo? gNo permitira tu Padre cgles- _ tial que, al dar la vida su Hijo, le acompaiie en el sacri- ficio la Madre?» Dijera atin mas la inocente paloma; pero un torrente de amargura anuda su lengua y ahoga su voz, y al mismo tiempo que la espada de] dolor traspasa su corazon, su alma se extasia en la contemplacion de la mi- sericordia divina, que tanto ama & los hombres, ado- rando con humildad los decretos divinos: ; Ah! La hija mas noble del gran Padre de los creyentes vence & su as- cendiente en fé y generosidad. Acéreate, pues , alma mia, y como la pecadora arre- pentida, siéntate junto 4 los piés del Salvador, y oye las palabras del Hijo de la Madre. ;Qué amor tan acendrado al Padre celestial arde en aquellos dos corazones! ; Qué caridad tan grande y tan desinteresada hacia los pecado- res! ; Cémo se ve salir el fuego de aquel amor y de esta caridad por cada una de las palabras que pronuncian Je- sus y Maria! Por nuestro amor se separa Jesus de su Ma- dre; por nuestro amor Maria consiente que su Hijo vaya a padecer y morir. gSera posible que seamos ingratos 4 tantas demostraciones de afecto y de ternura como Jesus y Maria nos han dado? ,Y no nos darémos enteramente & Dios , dejando por su amor al padre, 4 la madre, 4 los hermanos y 4 cuanto quiera encadenar nuestros corazo- nes 4 las cosas terrenas, cuando por salvarnos se han ~ ofrecido 4 la muerte, & los tormentos, al dolor y 4 la so- ledad el Hijo de Dios y su tierna Madre?

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