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et ; Sec. esperanza que inculcaba el Apéstol 4 los fieles de Tesa- l6nica (I; cap. tv, versiculos 12 y 13), y otros hasta acu- san 4 Dios de injusto. Todo esto depende de que no usa- mos de las cosas de este mundo como debemos , colocando en ellas nuestro afecto sin relacion 4 Dios; de aqui pro- : viene la mala educacion en las madres, la insubordina- cion en los hijos, y, por fin, el no tener mérito alguno delante de Dios cuando la necesidad nos obliga 4 sacrifi- car nuestras vidas en defender la Religion 6 la patria, 6 - cuando la muerte visita nuestro hogar doméstico, enlu- tando nuestros corazones. Aprendamos, pues, de Jesus 4 amar 4 nuestros hermanos y allegados con aquel cariiio santo que la naturaleza inspira y la Religion consagra; pero al mismo tiempo estemos dispuestos 4 sacrificar aun _ este amor licitoy honesto en las aras del amor divino, al _ que debemos referir todas nuestras obras, y aun las mas ligeras aspiraciones. ele creible, dice San Sescuaiiisinn ‘(Meditat. sup. vit. Christ., cap. Lxxi1), que esta tierna entrevista de Jesus y su Madre Santisima tuviese lugar despues que Aquél se retiré 4 Betania, seis dias antes de la Pas— cua. En estos cinco dias el Redentor no se presenté ya en ptiblico, pues como cordero destinado al sacrificio, . despues que se llegé al templo de Jerusalen y eché de su sagrado recinto 4 los que lo profanaban, ocupé todo el | tiempo que medié hasta el dia en que se entregé 4 sus enemigos, en orar, como tenia de costumbre, dia y noche, en instruir 4 sus discipulos y enconsolar 4su angustiada Madre. Para llegar siquera 4 rastrear lo que sufriria el cora- zon de Jesus en estos uiltimos cinco dias, es necesario no olvidar que Jesucristo, por lo mismo que era Dios y hombre, sufrié infinitamente mas que todos los hombres juntos, siempre que su alma santisima fué acometida por la tristeza; y se comprende que asi debia de ser, i spi 6 se Si ik ha ei eee |
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