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nura del corazon que va a sacrificarse enteramente por darle vida. Desde que Maria es Madre de Dios, no se rea- liza en ella una sola accion, ni existe una sola idea, ni- da un solo paso, ni aspira un solo aliento que no tenga’ por objeto unico é inmediato el sostenimiento de la nueva vida que ha dado 4 Dios en su seno virginal. Al mismo tiempo Dios consagra todo su amor, cuan inmenso es, a Maria como 4 su Madre, cuya sustancia lo alimentara en los nueve meses que vivira en sus entrafas , cuya leche lo nutrird en la infancia, y cuyos cuidados le proporcio- naran el techo, el vestido, el alimento por todo el tiempo de su vida. ; Qué relaciones tan inefables! . Querer medir la extension de estos afectos de tal Ma- dre y de tal Hijo, seria pretender medir el ambito de los cielos. ,C6mo, pues, se habia de entregar Jesus 4 sus. enemigos sin decir 4 su Madre que el tiempo decretado por el Padre celestial habia llegado, que la tribulacion que habia de anegar su corazon en mares de amargura se acercaba, y que era preciso consumar el sacrificio? Habia vivido con ella treinta y tres afios, y si al separarse de sus discipulos les did una prueba tan relevante del amor que les tenia, comoafirma el Evangelista (Joan., cap. xm, _vers, 1), siendo tan corto el tiempo que habian estado 4 su lado, con mucha mas razon demostré 4 su Madre que la amaba y la veneraba, pidiéndola su asentimiento al sacrificio de la vida que ella misma le habia dado, y que iba 4 ofrecer al eterno Padre. } Qué leccion tan elocuente para nuestros afectos! Son pocas las almas que saben amar las criaturas con rela- cion al Cfiador, colocando su afecto en ellas, como si Dios no las hubiera criado para su gloria. Cuando Dios nos quita aquellos objetos con los cuales nos ligan rela- ciones de amor licito y honesto, apenas bendecimos su Providencia , como hacia el Santo Job; muchos, al con- trario, se entregan 4 la desesperacion , faltando 4 la {6 y
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