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Pasion. Nada nos dicen é] Evangelio ni la tradicion; pero no podemos ménos de creer que asi sucedié, pues, como dice el-venerable Beda, «el maestro de la Verdad no po- dia ménos de cumplir el oficio de piedad haciendo 61 lo que queria que hiciéramos nosotros.» (In Lucam, 1.) Y siendo una ley de la naturaleza el amor miutuo del hijo y de la madre, faltaria aquél 4 las prescripciones de una ley tan sagrada, si debiendo separarse de la que le dié la existencia para cumplir con algun gran deber que se ha impuesto, y en cuyo desempefio puede morir, no dijeseé 4 aquélla una palabra de despedida que aliente su cora- zon miéntras dura la ausencia, y sea un balsamo de con- suelo, en su triste soledad , si el hijo llega 4 morir en la empresa. Estaba para cumplirse el momento decretado por la Sabiduria eterna, en el cual el Hijo de Dios. se habia de ofrecer en sacrificio por los pecados del mundo. Para po- der llegar 4 consumar esta obra, ;cuantas humillaciones no habia sufrido este Hijo del Altisimo! La primera por donde empez6 el perfodo de su anonadamiento fué des- cender 4 nuestra nada y tomar nuestra naturaleza en las entrafias de una mujer. El Hijo de Dios es hijo del hom- bre, como fl mismo se llamaba; 4 pesar de ser Dios, de quien todos hemos recibido cuanto tenemos, hay entre todas las criaturas una 4 la cual es deudor su propio Criador, pues queriendo hacerse hombre, pidié @ esta criatura el consentimiento para que fuese su madre. Se ha realizado este sublime misterio, y al descender Dios al abismo de la humildad para hacerse hombre, Maria es sublimada 4-la altura inconcebible de la mater- nidad divina. ; Oh abismo incomprensible! Todo el amor que Maria tiene 4 Dios como Dios, toma una nueva na- turaleza desde que este Dios se hace hombre; es el amor de una criatura que aprecia con intencion altisima 4 su - Criador, y dl mismo tiempo siente hacia f] toda la ter- i
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