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_ bre; y low espiritus soberanos, al contemplar este espec- - taculo, como se expresa San Epifanio, estin atdnitos, aterrados y confusos, y dicen entre si que Dios hace con los hombres cosas que no ha hecho con ellos; porque ellos, si se atuviesen 4 sus fuerzas puramente natareleis; no podrian alla en el cielo ver claramente la hermosu- ra de Dios, y este mismo Dios es vistoy tratado, mano- seado y registrado impunemente por los mortales en la tierra. Eran, repito, las 4guilas del Cristianismo los que se hallaban reunidos alrededor del. cuerpo santo de Je- sus, porque no sélo se hallan la herdica Madre y los no- bilisimos José y Nicodemus, sino el intrépido Pedro, el virginal Juan, Santiago, la Magdalena con otros, como afirma San Anselmo; los cuales, despues de la Resurret- cion de su Maestro, volarian como Aguilas por toda la tierra y penetrarian en los desiertos y ciudades anun- ciando 4 todos la buena nueva del Evangelio y destru- yendo las supersticiones de la idolatria. Estos son los héroes que han bajado 4 Dios de la Cruz; éstos son los que han ungido su cadaver con preciosos ungiientos; éstos los que en sus hombros lo han condu- cido al sepulcro. j;Ah! jQué diferencia hay entre el Monar- ca del cielo y los de la tierra! Pasan éstos su vida entre los esplendores que despide la grandeza; son honrados y temidos; mas, al bajar al sepulcro, ninguno, como de- cia un gran Rey, lleva 4 la tumba sus riquezas y su glo- tia. No asi Jesus; entre los hombres apenas ha sido co- nocido; ha vivido entre ellos sin gloria ni ostentacion, como afirma Isaias; ha muerto de un modo afrentoso; pero al ser encerrado en la béveda sepulcral se ha descu- bierto toda la gloria de su majestad divina. jOh principes del mundo! Reunid para las pompas de yvuestros funera- les lucidos y numerosos ejércitos; congregad al lado de vuestro régio ataud 4 los demas principes y soberanos; llamad 4 vuestros grandes, ‘4 vuestros nobles feudales,
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