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i ‘ j rs ' z by a | | cia de presentarse animoso al magistrado romano, para que le conceda el cuerpo del Maestro de todos.» Maria es la luz que los alumbra y vivifica; José, Nicodemus, el discipulo amado, Santiago, Pedro, todos aman 4 Jesus, todos lloran su muerte, mas jay! la gran dispersion que han sufrido, su cobardia y su fuga los tiene como aver- gonzados; los tormentos é ignominias del Pastor han cai- do sobre ellos, y han helado su antiguo fervor; su amor se halla reconcentrado y encubierto con los rigores de la gran tribulacion, asi como el rubicundo fruto de la gra- nada se halla oculto entre toscas cortezas; pero llegé el momento favorable en que un nuevo calor deba romper esta cascara para que aparezca el fruto con toda su her- mosura; porque tal es el amor, amados mios; por oculto que esté, se descubre en la ocasion favorable , y se mani- fiesta con expansion de la cual no puede retroceder; Maria no ignora que sus tormentos y dolor vah 4 aumentarse con esta escena; al bajar 4 su Hijo del madero, van 4 aco- meterla las angustias con mds fiereza que la hinchada ola del mar inunda la playa de donde se ha separado por los impetuosos vientos; deshacer la obra de iniquidad per- petrada por los judios, es para ella un renuevo de tor- mentos en su alma; mas no importa: aunque le cueste espirar al lado de la victima, la victima ha de ser honra- da como Dios. ; Pero no nos detengamos mds; subamos ya al teatro de la Pasion, y examinemos lo que hacen los discipulos amorosos de Jesus; examinemos el estado de la victima. j Ay! 4Cémo encuentran 4 su Maestro? Lo miran, y no lo conocen: su divina cabeza no tiene aquella hermosura que los encantaba; sus ojos cubiertos se hallan con las sombras que la muerte ha delineado en los parpados; sus sienes atin conservan la corona ignominiosa y los canales de sangre que han corrido por ellas ; su boca rasgada , sus mejillas hundidas, su pecho alzado, sus brazos desenca—

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