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122: los denuestos, su cuerpo @ los azotes, sus manos y piés” 4 los clavos ; su sangre ha sido derramada con tanta ge- _ nerosidad, que no le resta ni una gota: Jesus did su alma, y al morir la entregé en manos del Padre. ¢ Intentais acaso nuevos ultrajes joh hombres enemigos de Jesus! — éQuereis poner vuestras manos en Fl? Guardaos bien de ejecutar otras atrocidades, porque perecereis; Dios no os ~ lo permite, porque ya triunfé del demonio y de la muer- te; ya se llegé el momento profetizado por Isaias, mo- mento en que la muerte seria precipitada para siempre; momento en que borraria Dios en toda la tierra el opro- bio universal del hombre esclavo hasta enténces de Sata- nds ; hasta este momento la muerte heria al hombre, y tenia facultad para herir al Hombre-Dios ; mas desde este momento «la muerte es la vulnerada, el demonio es el cautivo, el infierno es el derrotado,» y sdlo Dios es el que - triunfa ; hasta este momento, el fariseo ha podido afear - el cuerpo divino, el sayon ha podido desgarrarlo y cruci- ficarlo, porque Dios se ha entregado 4 la muerte; pero desde ahora una mano omnipotente lo protege y conser- va ; la muerte ha sido ignominiosa, mas su entierro y su sepulcro seran con gloria: Z¢ erit sepulehrum ejus glo- riosum. En efecto, amados mios; es digno de notarse el len- guaje que emplean los escritores sagrados al describir las cualidades de los personajes cuyas manos se emplea- ron en bajar de la Cruz el cuerpo del Redentor, en amor- tajarlo y conducirlo al sepulcro. Jesus, que habia huido siempre el fausto de los mundanos; Jesus, que con su ejemplo condenaba la ostentacion, no anda despues de muerto sino entre manos de hombres nobles y ricos; José y Nicodemus son los que piden su cuerpo; José y Nico- demus lo desclavan y lo colocan en el sepulero. ¢Y quiénes son estos hombres? El uno es un varon noble y rico, senador de Jerusalen , hombre tan opulento, que ha-

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