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107 «No pensaba que era Dios (Anselm., in cap. 1v, Math.), dice este ultimo Padre, aquel que veia tan fragil; viera la estrella, viera&los Magos, oyera decir 4 Juan que Jesus era el Cordero de Dios: quiza oyé la voz celestial del Padre, pero creyé que Jesus era hijo adoptivo, como otros Santos; y no obstante estos prodigios, su soberbia no le dejé creer que Jesus era Dios.» — Brama, pues, el demonio, abrasado de rabia y de furor © contra Jesus; sea Jesus un Profeta, 6 sea mds que Profeta, — preciso es que muera: el orgullo le ha cerrado los ojos para que no le conozca, y el orgullo se los ha vendado para atacarlo, aunque dude de su divinidad. Sus armas contra El han de ser la envidia, el despecho, el furor y — la venganza ; sus instrumentos seran los malos pontifices, — los orgullosos fariseos, los soldados, los verdugos, los — azotes , las espinas, los clavos, la cruz. Y, en efecto, los escribas y fariseos, que, en sentir de San Agustin, eran miembros de Lucifer, conciben contra Jesus un dédio mortal, cuyo nutrimento son las palabras, los milagros, y acciones del Salvador, convertidos por la malicia de aquéllos en tésigo devorador ; tres afios enteros esta concentrado este ddio, y aunque muchas veces quieren desahogarlo pretendiendo poner sus manos en Jesus, nunea pueden ejecutarlo, porque Jesus se les desapa- rece y escapa; Jesus pasa por medio de ellos, y na- die levanta la mano; Jesus ensefia en el Templo, en las calles y en las plazas, y nadie puede coartar su libertad. «Qué haremos, pues? exclaman estos hombres; Jesus hace muchos milagros; si lo dejamos asi, todos van 4 creer en El, y perderemos nuestra reptiblica y nacion.—No es justo que muramos todos y fl se salve; es preciso cortar sus pasos, es necesario que muera.» Esta es la decision del Concilio farisaico, esta misma es la decision del infierno. j¢Al arma, pues , al arma!» grita Lucifer; y 4 su horrisona voz, legiones innumerables salen del abismo para pre- *
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