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por otro; morird, pero con su muerte destruira al que tenia el cetro de la muerte, al demonio, que se atreviera 4 medir con él sus fuerzas; aqui se estrellara su orgullo; aqui desapareceran y seran pulverizadas las armas que empleéra para vencer la paciencia y mansedumbre del Dios humanado, lo que vereis en mi segunda reflexion. SEGUNDA PARTE. Treinta y cuatro alios pasados en observar, en ace- char yen seguir los pasos de Jesus, parece que debian ha- ber bastado al demonio para que comprendiese que aquel hombre pasaba de la linea comun de los hijos de Adan, y era Hijo de Dios; porque apenas empezé la gran obra de la Encarnacion, resoné en el abismo la voz de alarma,y se empezo 4 temer la aparicion de aquella semilla divina que derrotaria el imperio del pecado, conforme Dios ha- bia conminado al mismo demonio en el paraiso. Sin em- bargo, el principe de las tinieblas no supo jamas de un modo positivo que Jesus era Dios y hombre, hasta que se vid vencido con su muerte; Jesus se le oculté, como se oculta el diestro cazador del insidioso tigre, que va a caer en el lazo en el momento mismo en que éste cree que va 4 saciar en las carnes de aquél sus furibumdas garras. Sale Jesus al teatro de sus tareas, y al poco se le hace encontradizo este enemigo: gy 4 dénde va? Va al de- sierto, va 4 descubrir campo, va 4 examinar qué fuerzas tiene aquel que ha visto nacer entre mil prodigios, y criar entre sobresaltos y persecuciones, y conservarse en Naza- ret obediente 4 sus padres, manso, humilde, respetuoso, modesto, contemplativo, y sin que haya tenido ni una impaciencia leve, ni la mas insignificante pugna entre la carne y el espiritu, ni una tentacion la mds minima; va 4 probar sies hombre como todos; va 4 ver si lo sorprende, y, 4 semejanza del ladron nocturno, que con todo silencio
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