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jarse: la humildad y el sufrimiento han de ser sus armas para atacar y su escudo para defenderse. Acusado falsa— mente, no ha de hacer mas que bajar sus ojos: El, Dios © de la Majestad, se volverd el juguete de los grandes , de los pontifices y hasta de la soldadesca insolente y del pueblo soez, y no ha de desplegar sus labios para que- jarse: este Hombre, de tanta fama en su pais y en el ex- tranjero, ha de ser comparado y pospuesto 4 hombres abominables, y todo lo ha de soportar con resignacion herdica, y de este modo ha de vencer al mundo presun— tuoso y vano; asi ha de postrar el orgullo del demonio, y asi ensefiaré 4 los hombres 4 reputarse por dichosos. ‘cuando el mundo los persiga por su nombre y los arroje como 4 cosa la mds despreciable y abyecta. Sigamos los. » pasos de Jesus, y quedaremos convencidos de esta ver— dad interesante de nuestra Religion. Apenas el Redentor entré en poder de sus enemigos, empezo 4 sufrir los mayores escarnios y afrentas ; presen- tado 4 Anas, es herido en el rostro por un criado adula- dor. Conducido al Concilio de los judfos, aparece como un reo, y toda su actitud exterior manifiesta que es un criminal encadenado por la justicia publica y legal; se le hacen algunas preguntas, y sdlo responde cuando el Sumo. Sacerdote le manda por el nombre de Dios que le diga si es el Cristo esperado por aquel pueblo. A su res— puesta afirmativa se levanta un grito universal que lo. condena 4 muerte. Reus est mortis. Qué acabas de de- cir, Concilio malyado? jJesus es digno de muerte por ‘ser el Cristo ; Jesus es digno de muerte por ser vuestro Mesias! Pero vosotros no habeis examinado 4 ese reo con sinceridad; la envidia y el furor son los alegatos contra éste sentenciado; no basta esto para quitar 4 un hombre la vida: acordaos que todo ese pueblo ha recibido de ese Nazareno favores innumerables; acordaos que no se ha oido su yoz sino’para decir al a. que siga la doctri- x

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