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_ biese caido del cielo en medio del escuadron armado, no F ceandh ninguno arrimarse 4 Jesus, si no se lo manda. Oblatus est. Mil veces habian hablado con fl sus ému- los; conocian su voz, tenian impresas sus facciones, lo veian, como siempre, 4 la cabeza de sus discipulos, y esto no obstante, temen equivocarse, y tiemblan de sélo pensar que van 4 amarrarlo: para que esto suceda es ne- cesario que Jesus se dé 4 conocer con su voz, con sus prodigios y sus reiterados mandatos. Oblatus est, quia ipse voluit. Y al llegar aqui, amados mios, me veo obli- gado 4 correr un velo para no ver lo que pasa en Getse- mani; yo no quiero pintaros aquel impetu feroz con que se arrojan sobre El, manso cordero, aquellos tigres ra- biosos. Era éste el primer triunfo de la sinagoga contra Jesus: despues de tres alos de édio y furor; despues de mil intentonas, los judios casi no tenian esperanzas de poder apresar al Justo que los reprendia y enseilaba la verdad. Al ver que este primer ensayo les saliera bien, la alegria de haberlo hecho, la rabia de no haberlo po- dido hacer antes, simultaneamente se apoderan de aque- llos hombres, y en gran tumulto caen sobre Jesus. Quiero callar que, protegidos por las tinieblas de la noche, todos se disputaron el barbaro placer de poner sus manos y piés en el cuello y pecho de Jesus; todos le ‘pisotean, todos ‘le hieren, repitiendo con algazara las palabras que anun- ciara muchos siglos antes el Sabio: «Oprimamoslo. y ahoguémoslo vivo, asi como el infierno ahoga sus victi- mas; quitemos su memoria del mundo, y enriquezcamo- nos con sus despojos. Dice que es Hijo de Dios: que ven- ga 4 librarlo de nuestras manos. ;Muera este infame, muera este enemigo de nuestras obras! ; Muera afrento- samente!» Morte turpissima condemnemus ewm. Quiero pasar en silencio los rugidos que, dieran estos leones, porque vuestros corazones no se partan de dolor. Si; este lugar santo se convertiria en sitio de llanto si os dijese, wii eel MER tte, aloe

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