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SEE eer resistia 4 padecer y morir, mas la superior se conforma con la voluntad del Padre Eterno; y formada la ultima Te- solucion, vuelve 4 tomar sus fuerzas, se levanta del lu- gar de la oracion para acometer 4 otros enemigos y ven- ~ cerlos; los discipulos que dormian se despiertan la voz de su Maestro, y le acompaiian por la ultima vez. «Ya es hora, les dice; el traidor esta cerca, y el Hijo del hombre va 4 entregarse en manos de los pecadores.»» jQué espi- ritu anima los pasos y palabras de Jesus! ;Con qué deci- sion habla 4 sus discipulos! ; Con qué imperia manda a sus agresores! No espera que éstos lleguen; fl mismo sale 4 su encuentro, y les dirige la palabra: «gA quién buscais? Yo soy Jesus Nazareno, el mismo 4 quien que- reis prender; si me buscais 4 mi, dejad ir libremente a mis discipulos 4 donde les agrade; habeis salido a apre- sarme armados de espadas y lanzas, como si fuera yo un ladron , cuando cada dia me teniais en el templo ense- fiando, y jamas me cogisteis; pero ahora yo me entrego de mi propia voluntad; esta es vuestra hora y la potes- tad de las tinieblas.» Vemos aqui 4 un Dios que, para pelear, tira las ar- masy las arroja; pudiera aniquilar 4 aquellos hombres, pudiera escaparse de entre sus manos, como lo hiciera tantas veces, y nada de esto hace; antes al contrario, £1 se ofrece de su propia voluntad 4 las cadenas con que vera ceflidos sus lomos de alli 4 un instante. Asi viera Isaias en espiritua este Dios, entregandose de su propio querer. Odlatus est, quia ipse voluit. Se halla Jesus escol- tado de once discipulos cobardes; no tiene armas ofensi- vas ni defensivas, y viniendo 4 El los judios con una cohorte romana, con muchos satélites del pueblo, todos enfurecidos y ansiosos de beberle la sangre, nadie se atreve a tocarle hasta que Jesus se lo manda. Odlatus est. Les dice que El es el mismo 4 quien buscan, y retroce~ den y caen por tierra despavoridos, como si un rayo hu- TOMO II. 7
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