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y oponiendo las masas armadas de puiiales 4 la autoridad legitima, para sancionar con ellos la época del raciona- lismo impio, asi como Mahoma diera al sensualismo la sancion de la cimitarra? gCudles son las glorias de esa sombra que llaman Capitan del siglo diez y nueve, que para engrandecer su alma ambiciosa sacrificé un millon de soldados, quiso destruir cien tronos, arruiné cien na- ciones y cubrid los campos de sangre, las ciudades de ruinas y ala humanidad de duelo? j Horrendas glorias, espinosos lauros, espantosos triunfos, execrables nom- bres, que cual sombre nocturna atin inspiran pavor 4 . quien quiere mirarlos! Si diez admiran estos triunfos, muchos miles los maldicen y los miran con execracion, y quien los examine sin pasion apenas encuentra en el valor mas que temeridad, osadia, deseo de oro, ambicion desmedida, ninguna clemencia, nada de amor @ la hu- manidad, ninguna piedad, ninguna virtud, | No asi esos valientes sobre cuyas cenizas hoy llorais, implorando la misericordia del Todopoderoso. Dios, la patria, el Rey, eran el palladiwm de sus empresas, y ese pabellon que se inclina enlutado sobre la tumba ftine- bre los conducia al campo del honor, que siempre era para ellos glorioso, porque si triunfaban, triunfaban por la justicia, y si morian, morian con honor, y en su muerte merecian bien de Dios, de su patria y de su Rey. Si: esa justicia los laureéd en Lepanto, en Pavia, en San Quintin ; esa justicia los coroné de gloria en Otumba, en Anahuac y en el Cuzco; esa justicia les did completos triunfos en Bailén, Pamplona y Vitoria , arrojando igno- miniosamente de nuestra adorada patria al caudillo omi- noso que quiso con un ejército de medio millon de bayo- netas imponerla su férreo yugo. Y permitidme que os lo diga, hidalgos y pundonorosos defensores de Cuba: esa justicia os llevé poco ha’al combate, y la victoria co- ron6é vuestros esfuerzos contra el simulado y audaz ex- TOMO I. 3h
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