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+ ia ¥ x S 525 do & sus enemigos por corderos; y aunque éstos sean in- numerables, no teman ni su muchedumbre ni su barba- rie; porque no han de presumir de sus propias fuerzas, pues toda la virtud la han de esperar del Dios de losejér- citos, para quien facil es entregar 4 muchos en’ manos de pocos, porque la victoria no la dan Jas fuerzas numero- sas, sino la virtud del cielo. Y de este modo, por un ér- den admirable, se vera en, ellos la mansedumbre de la oveja y la intrepidez del leon, y quien los examine no sabra si son cenobitas armados 6 héroes encapuchados, pues ni les falta la piedad del monje ni Ja fortaleza del soldado.»» Hasta aqui el ilustre San Bernardo, » Y, en efecto, sefiores ; la Religion, que da valor al pacifico proletario y lo arma caballero, suaviza con sus maximas la ferocidad del armado. ,Quién no ve estos prodigios en. aquellos pueblos feroces que, bajando de las brumosas regiones del Aquilon 4 las Manuras de la Eu- ropa meridional, derrotaron con sus lanzas 4 las legiones de Roma? Hombres barbaros que no conocian otra ley que la sensualidad y el pillaje, apenas fueron iniciados en los principios del Cristianismo, depusieron su primi- tiva ferocidad, y de vencedores y vencidos formaron esas grandes naciones, de donde salieron los Clodoveos y Carlo-Magnios, los Eduardos, los Luises, los Enriques y los Onofres, lustre de los tronos, honor de las armas y gloria de la Religion. Por el contrario, qué heroismo hay comparable en la historia al de. nuestros ascendientes? Miéntras una nacion creyente, religiosa, rica y pacifi- ca como era la Iberia en el siglo vil, se mecia suave- . mente entre las dulzuras de la paz, de allende los mares llueven sobre ella enjambres de bairbaros , hombres que, ademas de su ferocidad natural, tenian el orgullo de ha- ber sujetado 4 su alfanje el Asia y el Africa. Al verlos entrar en llanuras y ciudades pacificas sacrificando 4 su furor cuanto se les presentaba, amontonando juntamente

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