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BAT un Gregorio Nene 6 de un Agustin, que de una mujer (). ; Ah! Es necesario confesar que Santa Teresa de Jesus y San Juan de la Cruz renovaron entre nosotros aquel es- tilo florido y aquella elocuencia encantadora de San Gre= gorio Nazianceno, y de otros Santos Padres de aquella edad de oro del siglo rv y v dél Cristianismo. Pero, seiio- res, corramos el velo de estas grandezas literatias ; cuya relacion nos traslada 4 los espacios celestiales, donde todo es gozo y alegria. Estamos en la tierra, donde llo- ramos por ser valle de lagrimas, y tenemos que derra- mar todavia una sobre la tumba de Miguel de Cervantes y de cuantos a su ejemplo han cultivado las letras y han muerto como él en el gremio santo de la Iglesia catdlica. Derramémosla, pues, rogando al Dios de las miseri- cordias que se apiade de todos ellos, si todavia estuvie- sen sus almas detenidas en el lugar de la expiacion, a fin de que vuelen al paraiso, y 4 su vez pidan por nos- otros la gracia de la perseverancia en el bien hasta el tl- (1) 4a religiosa Sor Marfa de la Antigua hacia un encomio de la soledad, y entre otras cosas, decia las siguientes, hablando de los efectos que. produce en el alma el trato intimo con Dios: ' Donde harta quede hambrienta, Donde de sed se traspase, Y cuanto mas agua pase, La deje sin sed sedienta. Donde guste sin sabor Manna de todos sabores, Donde huela sin olores Lo que huele 4 todo olor. Prescindiendo del mayor 6 menor gusto de esta poesia, diremos que el pen= samiento de la primera estrofa es de San Bernardo, que dice estas palabras (serm. 13, in cena Domini): «Cuanto mis bebo del amor de Dios , mas sed ten- “go, y sucede lo mismo 4 todo el que ame 4 Cristo, pues cuarito mas se come, da mas hambre, y cuanto mas se bebe, da mis sed.» El otro pensamiento és de San Agustin (lib. x, Confes., cap. vi): «Cuando amo 4 Dios, amo cierta luz, cierta voz, cierto olor, cierta comida y cierto abrazo del hombre interior. Alli resuena lo que no cabe en el espacio, allf se_percibe el olor que los vientos no disipan; se saborea lo que Ja voracidad no arrebata, y queda todo entero lo que la sacie~ dad no puede arrancar.» Sia ee EE Bet an gees Ce coat ie be i & ; ie es Oe SRS oatBee a
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