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libro hizo cuanto pudo para extirpar ese mal; did al hombre campestre la medicina de sus locuras en los des-: engatios que le proporcioné una elevacion para la cual no habia nacido, y en la cual 61 mismo se persuadiera que su paz, su dicha, su felicidad consistian en estar contento con sus medianias, con sus sudores y con el trabajo de sus manos. Este modo de ensefiar es muy noble en todo terreno, es muy sdbio en toda persona. Y porsierto en Miguel de Cervantes es muy digno, porque no desdecia su ense- fianza de su modo de obrar,, pues sabemos todos muy bien que el soldado valiente del golfo de Corinto, el cautivo por defender su religion y su bandera, y el principe dela literatura épica, estuvo siempre conforme con su suerte, no ambicioné honores, no deseé tener sino lo necesario para la vida, y al espirar en la pobreza, dejando para su patria un venero de glorias literarias, entré en hombros de otros en este sagrado recinto, cubierto del pobre sayal franciscano, sin mas ornato que una cruz de madera en- — trelazada en sus dedos. No vengan los demasiado escrupulosos a decirnos que en ese libro de tanta instruccion hay demasiados chistes; no vengan los que ni pueden traducir en su idioma extran- jero ciertas frases de ese libro, porque sulengua no tiene equivalencias adecuadas y puras, ni pueden entender la fraseologia de Cervantes, porque no oyeron su idioma desde la cuna; no vengan a decirnos que algunas veces no hay bastante severidad en el discurso, ni un magis- terio condimentado con la gravedad propia del que ense- fia. No vengan, repito, 4 decirnos eso; porque tendria- mos que darles una leccion sobre la naturaleza propia de cada género de literatura, y de las condiciones que ha de observar cada literato, segun su estado y su profesion. Si yo enseiiase la verdad evangélica deleitando los oidos con cuentos alegres, con donaires picantes, en vez de
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