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gente burda, personas de moralidad dudosa y hasta de lenguaje torpe, no hay una sentencia qué adolezca de los vicios que suelen acompaiiar 4 estas condiciones socia- les. Si asoma la altaneria en los grandes, cae sobre ellos la maza de la humillacion; si se descubre la insensibili- dad en el rico, le sale al encuentro la virtud de la cari- dad; si se columbra el vivir desarreglado, se prescribe la fuga del disipado; si se desliza la lengua de quien nunca tuvo freno, al momento se le ensefia la mordaza que lo ha de sujetar. Se reprende al orgulloso sin orgullo, se ensefia el juicio al loco sin tomar parte ensus locuras, se saca de su estupidez al necio por medio de una necedad _ calculada, y se instruye al grande, al pequeiio, al amo, al siervo, & quien manda, 4 quien obedece, 4 quien ad- ministra justicia y 4 quien es justiciable, haciéndose todo esto con gracia, con suavidad, con donaire. Es una medicina activa dada 4 un enfermo melindroso é imper- tinente, que no la recibe sino por medio de paliativos. Hé ahi el mérito singular y casi excepcional que en- cierra ese libro, concepcion gigantesca del ingenio de Miguel de Cervénies, \o que digo altamente, y me atreve- ré a probarlo, aunque mis oyentes lo sepan mejor que - yo. En aquella época se padecian enfermedades de espi- ritu, como se padecen en todas. No era aquella dolencia de las mas graves; pero afectaba en cierto modo la pure- za de las creencias sanas. Los libros llamados de caba- lleria andaban en manos de todos; y al mismo tiempo que se creia firmemente cuanto ensefia la fé, se creian tambien encantamientos forjados por imaginaciones avie- sas: se creian descensos 4 los abismos, viajes aéreos y hazafias estupendas, pero inverosimiles. Todavia anda en manos de los literatos un célebre poema de gran mé- rito en la versificacion y en su artificio, en el cual una mujer medio casta y medio disipada anda por los aires en su hipogrifo, y un hombre enloquecido arranca pinos ~
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