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cia y de una virtud que es peculiar 4 la ciencia verda- dera. No hablo de virtudes morales precisamente , sino de una virtud que denomino intelectual-moral, porque ella, inmortaliza al sabio, asi como su carencia hace que, quien pretende ser sabio sin ella, no pase de ser, 6.un arido hablista, 6 un parlante, cuyos ecos, por dulces y armoniosos que parezcan, son como el taiido del bronce, que suena, vibra y se va en un solo instante. Ese hom- bre que posey6 esa virtud propia de la ciencia, era, Mi- guel de Cervantes. Cual sea esa virtud, bien lo sabeis vosotros, senores - dela Academia; pues nadie puede apreciar dignamente el mérito de las obras buenas sin hacerlas él mismo. Sin embargo, yo debo proclamar publica y solemnemente esa virtud, y hacer de ella, no sdlo el elogio, sino el -centro convergente de cuanto voy a tener la honra de de- ciros en este dia. Esta virtud es el patrimonio singular de la literatura de nuestra amada patria. Dignaos todos favorecerme con vuestra atencion ; pues despues de la gracia del Seflor, 4 quien se lo debemos — todo, no es poco lo que contribuira al éxito feliz de mi discurso el ser testigo de vuestra benevolencia. | , Sila sabiduria fuese esencial al hombre, todos seriamos ' sabios ; pero esa prerogativa es adventicia, viniéndole al hombre, no por naturaleza,.sino por gracia especial del que es infinitamente poderoso y omniscio. Es un don que se hace a algunos, sin que tengan derecho 4 é1; pero una vez hecho, quien lo recibe queda obligado al Dador de ese bien, reconociendo siempre su bondad, oyendo sus inspiraciones, observando sus preceptos, y no des- viandose del camino que el mismo Donante se digne se- fialarle. Pero sila sabidurfa noes esencial al hombre, no - hay, sin embargo, un solo individuo del linaje hemanb
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