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| publicando sus creencias y arreglando 4 ellas su modo de vivir. «Nosotros, dicen, morimos como mueren los irracionales; nuestra alma es tan material como la de ellos: comamos, pues, y bebamos, que manana moriremos.» - (Isai., cap. xx, vers. 13.) Verdaderamente, aun en el terreno de la filosofia na- tural, ésta es la mayor de las necedades. No hay un solo hombre que, apenas empieza 4 tener actos reflejos sobre si mismo, no advierta que tiene dentro de si una ‘lampara que él no ha encendido, y que, por mucho que se empeiie en ello, tampoco él puede apagarla. Es una luz inextinguible, gue lumina é todo hombre que viene é este mundo (Joan., cap. 1, vers. 9); y con los resplandores de esa lumbre, cada hombre ve que él es mas que los irracionales; que su alma es el trasunto de la naturaleza increada, es esencialmente espiritual é inmortal, y que, por consiguiente, ho ha de perécer como la de los irra+ cionales, sino.que ha de vivir para siempre, como. vive Aquel 4 cuya imdgen esta hecha. Esta ensefianza es pro- pia de la misma razon humana, Ja cual tiene la convic- eion intima de que, puesto que piensa, es espiritual, y puesto que es espiritual, es indestructible, es inmortal; pero es,ademas una. ensefianza divina, pues el mismo Hijo de Dios, contestando 4 algunos hombres que habian incurrido en la gran necedad de ensefiar que no habia resurreccion , ni angeles, ni espiritus, les cerré la boca para siempre diciéndoles que,’ puesto que el Sefior dijo 4 Moisés que era Dios de Abraham, de Isaac y de : Jacob, éstos vivian, pues Dios es Dios de los que viven, y no de los que mueren. (Luc., cap. xx, vers. 38.) No os sorprenderd, sefiores de la Academia Espafiola, que al. tener la honra de dirigiros la palabra en ocasion tan solemne como la presente, haya empezado por hablar de la mayor necedad. Yo entiendo que debe ser asi, por, cuanto estoy presenciando un acto que es precisamente Si iS ath i i

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