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catdlicos bendicen 4 Dios por sus misericordias, no pue- de uno ménos de presagiar algo que va 4 ser nuevo, inaudito y extraordinario en los tiempos y en las cosas: 4Sabeis lo que es esto, mis amados hermanos? No os jo diré por propia autoridad. El Espiritu Santo nos’ dice (Jacob., cap. 1, vers. 17), los Santos nos enseiian, y la Iglesia lo confirma, que toda inspiracion santa nos viene de Dios, diciéndonos ademas que , cuando el Seiior quiere conceder una gracia, extraordinaria ui ordinaria, envia primero inspiracion, la gracia de la inspiracion, para que se la pidamos. Ahora, pues, desde aquel mo- mento tristisimo en que Herodes tenia preso & San Pedro, no se habia visto jamas una cosa tan parecida 4 lo que hoy estamos viendo. Enténces toda la Iglesia se puso en oracion pidiendo 4 Dios la libertad de Pedro (Act., capi- tulo xu, vers. 5); de modo que la Iglesia pedia lo que Dios la habia inspirado que le pidiese, porque se lo ibaa eonceder. Y hoy sucede otro tanto: la Iglesia entera , en toda la redondez de la tierra, tiene la misma inspiracion, hace la. misma oracion, y dirige 4 Dios ‘la misma sti- — plica, pidiéndole que el gran Pio vea los dias de San Pe- dro, y hasta que los supere, para que pueda ser testigo del triunfo mas grande que habrd tenido la Iglesia desde los tiempos de Diocleciano. Y ésta es mi esperanza, la misma que no he dudado expresar al mismo Soberano Pontifice hace seis dias, al remitirle un libro que he escrito hace poco, en el cual he afirmado y afirmo que esa Italia efimera, ese reino deagregaciones de rapifia, formado con los despojos mas inicuos, y sobre todo con los mas sacrilegos, no es sino Italia de un dia; porque ni la legitiman los nuevos prin- cipios de derecho reprobado, ni la consolidan las teorias. de los hechos consumados, ni la dan sancion los asenti- mientos tacitos 6 expresos de los principes; porque éstos mandan cada uno en un rincon de la tierra, y Dios , que deat thie ete “Ok aed i”. 's

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