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sus senderos. Asi sucede, y no de otro modo; y, como lo decia el Profeta Rey: Qui habitatin celis irridebit C08, et Dominus subsanabit eos. (Ps. 11, vers. 4.) . iY no es esto mismo lo que esta presenciando la Igle- sia catdlica en estos tiempos de persecucion, que la han suscitado muchos que no toman en sus labios las pala- bras de hijos muy devotos y de- protectores decididos sino para clavarla con mas facilidad el dardo de sus iras, _ 6 para encubrir la trampa disimulada con ramajes flori- dos? Una conjuracion aleve se ha estado urdiendo, desde tres lustros atras, para asediar poco 4 poco al Romano Pontifice y estrecharle hasta obligarle 4 que entrase en pactos con la revolucion antisocial y sancionase unos principios nuevos en el 6rden social y politico, que sub-. vertian todos los que Dios ha revelado , los que conoce- mos con las solas luces de la razon y los que ha consa- grado el derecho publico y de gentes. Se ha conseguido llevar la seduccion 4 los retretes de los grandes Consejos — de los imperios y corromper los entendimientos de los pueblos con doctrinas erréneas, pero favorables 4 los “instintos brutales de las masas que echan en olvido la ley de Dios, Un fantasma de unidades nacionales y politi- cas, semejantes 4 la que publicéd Antioco (Z Mac., cap. 1, vers. 43) para apoderarse de la Judea, de Jerusalen y de sus tesoros, empezé 4 aparecer como en vision a los _ pueblos felices que vivian en las riberas del Tiber y en las amenas campinas del Latio, gY para qué se hacia todo eso? Para tejer la red en que querian esos lobos, disfrazados con piel de oveja, que cayese el Vicario de Cristo. 4Qué decian esos hombres en sus reuniones tenebro- sas? «El Papa se ha de ver obligado 4 entrar en pacto con la revolucion, pues los pueblos profesan el principio nuevo de nuestra politica de poder constituirse 4 su an- tojo, y los Soberanos el de no intervenir en negocios TOMO I. 34
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