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Ii. La Iglesia catdlica esta hoy como en un éxtasis pro- ducido por las virtudes de la fé y la esperanza. El mun- do se halla en una especie de asombro; los hombres malos, los que hace ya algunos afios estan como el tigre que mide ya la distancia para sallar sobre su victima, y chispea con sus ojos, y’se relame como si la devorase ya; esos hombres, engendro de la Revolucion, se encuentran como embarazados, sin atreverse 4 obrar y como en ato- nia, sin saber qué pensar, y sdlo pueden decirse mutua- mente: «,Qué es esto que estamos viendo? Hemos traba- jado por espacio de tres lustros para sembrar por todas partes la seduccion, el error y las tinieblas, y, léjos de haberlo conseguido, hemos sido ocasion de que hayan visto los pueblos una grande luz, conocido una verdad y; descubierto una supercheria. Hemos apelado 4 intrigas tenebrosas, 4 combinaciones politicas, amasadas con la levadura del mas exquisito maquiavelismo, para ir prepa- _ rando la ejecucion del gran proyecto; proyecto que nos dejaron en testamento esos grandes héroes de la seduccion y la tirania, y no nos han dado resultado: hemos apelado a lo que nos parecia el medio mas certero para conseguir nuestro fin; hemos echado mano de la fuerza brutal; he- mos levantado nuestra mano, nuestro brazo hercileo, para aplastar al que queriamos devorar; y... qué es esto? El brazo esta levantado sin poder caer. 4Quién nos detiene? gQuién nos sujeta? gQuién nos ha dado esta in- moyilidad% . Esto eslo que repiten en estos momentos los que, proclamando un derecho nuevo para los pueblos, el de derribar las instituciones sociales, el de constituirse 4. su manera, el de reconocer la legalidad en la fuerza bru- tal, y la legitimidad en los hechos consumados, y el de — \
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