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blecido la Iglesia catélica, nunca se borran las huellas profundas que echa por donde pasa la doctrina de Jesu- cristo. Era ésta ya antigua en Europa: su fé era una fé de quince siglos, y el protestantismo no podia destruirla en su causa ni, generalmente hablando, en sus efectos. En esas mismas naciones donde se planted la reforma, la Religion catélica habia formado un sentido comun ca’ télico y una conciencia publica catdlica, y no era posible que ni ésla ni aquel desapareciesen : ademas , en esas mismas sagradas Letras , y sobre todo en los Evangelios. y demas libros del Nuevo Testamento , nos dejé Jesu- cristo, y despues sus Apdstoles, consignados todos los — principios que constituyen la verdadera ilustracion, y son los grandes motores de la civilizacion; y no hay fuerzas en la humanidad para destruirlos , porque son ‘incorruptibles 6 imperecederos , y donde quiera que se Jean causan honda impresion en el alma: y por mas que muchos se empeiien en querer destruir sus influen- cias, no lo consiguen, porque el sentido comun y la con- ciencia publica se oponen 4 ello ; y aunque ademas se destruya lo que se habia adificado bajo la influencia de esos principios, siempre quedan fragmentos imponentes que recuerdan el edificio de la fé. Pero, sobre todo, quedaba siempre hecho lo que la Iglesia catdlica habia hecho en quince siglos, y ella mis- ma quedaba en pié, llena de fuerza y vigor para conti- tinuar trabajando en la ilustracion del mundo, y para oponer cuantos valladares fuesen necesarios contra la accion destructora de la herejia. Lo que habia estado haciendo desde el principio hasta enténces, lo haria hasta la consumacion de su marcha por la tierra. ; Pues qué! Las herejias tan multiplicadas que empezaron ya en vida de los Apéstoles, y habian ido presentandose en — cada siglo, si exceptuamos el décimo, que no tuvo nin= guna, 4no eran otros tantos arieles demoledores del edi-
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