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tin Bucero en Inglaterra, 4 cuyas. predicaciones signs al poco la apostasia de toda la nacion, consumada por En- rique VIII y arraigada con la politica sanguinaria de su hija Elisabet, el caso es que en elseno del protestantismo. no. qued6 intacto un misterio , ni un dogma, ni un pre- cepto, aun de los que pertenecen puramente a la ley - natural, quedando ademas proscritos para siempre los ayunos, las obras buenas, el recibir los Sacramentos, las fiestas, el sacrificio del altar, y establecida una llamada religion , en la cual el hombre no tiene que hacer nada de su parte para salvarse, por haberlo hecho todo Jesu- cristo. td ai yd Pero dejemos & esos hombres alucinados, y volvamos al asunto de la civilizacion: es indudable que la civiliza- cion moderna ha venido del Evangelio, pues sdlo la doc- trina de Jesucristo convirtié 4 los romanos, @ los griegos y las naciones barbaras, ddndoles una ilustracion que no conocian, y por consiguiente la civilizacion que paulati- namente fué introduciéndose en la sociedad. Pero esta civilizacion tuvo por cimiento el principio de autoridad, y este mismo fué el: medio de su desenvolvimiento, y tenia — que ser el de su propagacion y sumovimiento progresivo, hasta dar 4la sociedad tanta perfeccion cuanta ésta po- dia tener, atendida la fragilidad de la naturaleza huma-_ na, herida por la culpa y sanada por Jesucristo, aunque quedando ésta en su propension 4lo malo, pero siempre integra en su albedrio y plena libertad para abrazar lo bueno, ayudada de esa gracia que la gané Jesucristo, y que é] da & todos. Decir que el. hombre no ha de cooperar con su volun- tad y sus obras 4 esta gracia de Jesucristo, equivale convertir al hombre en un puro autémata , destituido de facultades intelectuales, 6 incapaz de elegir lo bueno 6 lo malo, y por consiguiente negado de la facultad de adelantar en el bien, en la ilustracion , en la civilizacion: