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119 en este mundo un paraiso de placeres inmundos; quisie- ~ ya el hombre malo poder pasar de una vida licenciosa4 una de dicha y felicidad en el porvenir, y no siendo po- sible esta conmutacion, se le dijo al corazon: «No desees ~ sino lo que la razon puede darte.» Si no temiese fatigar vuestra atencion religiosa, me extenderia mas largamente en la materia; concluyo, pues, y digo que la vida dichosa es el compendio de to- dos los anhelos humanos; y no pudiéndose conseguir aquélla en este mundo, necesariamente existe otra region- mas feliz que la presente, donde el alma encuentra | cuan to desea y el corazon se expande con toda latitud. Esta vida es la bienaventuranza eterna, por la cual natural- mente suspiramos. ;Ah! Si Dios no hubiese preparado para el alma el paraiso de eternas delicias, era preciso inventar uno para poder vivir en este mundo, donde, si hay un hombre feliz, se encuentra entre un millon de desgraciados. j Cristianos, elevemos nuestra vista 4 nuestra amada Sion, etc. pags Nk : ‘

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