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freno 4 las pasiones brutales, y ahogar las continuas voces de la conciencia, de la razon y de la fé, que ensefian una- nimes que no es posible gozar en este mundo los placeres prohibidos y en el otro las dulzuras inefables: y para no sufrir los terrores que esta doctrina inspira, negaron la existencia del mundo futuro, envolviendo en las mis- mas ruinas el fuego del tartaro y las delicias del empireo. jAh! ;Qué senos tan profundos y oscuros tiene el corazon humano! Es preciso estudiarlo mucho para conocerlo, y sobre todo en aquellos hombres que no le dejan obrar - sino segun las luces del entendimiento; porque, desenga— fiémonos: el incrédulo no permite que el. corazon tenga otras sensaciones que las que el entendimiento le pre- sente, coartandolas’6 ensanchandolas, segun las circuns— tancias lo exijan. No asi el créyente; en él van 4 la par _ el entendimiento y el corazon; aquél presenta sus luces, éste sus sensaciones, para favorecerse muituamente. 4Sera creible que niegue la razon lo que el corazon desea? ¢Es. posible que, suspirando sin cesar por una vida feliz, se niegue la existencia dé esta vida? No es posible cuando. van unanimes el corazon y el espiritu; pero esta paradoja la hemos visto realizada en aquellos espiritus altaneros, quienes, por salir con victoria en sus opiniones erréneas, circunscribieron su corazon 4 un circulo limitado. Si; los. deseos humanos, que tienen un horizonte inmenso, fueron estrechados 4 una pequefiez inconcebible: goces de un momento, riquezas que se oxidan, honores que pasan, sensualidad, lujo, gulas y abominaciones; hé aqui cuanto la filosofia presentaba al corazon humano para su satis— faccion, diciéndole en su razon depravada: «Gdzate en es+ tos bienes ; comamos y bebamos, que maiiana vamos & morir.» En todo esto no hay una sola negacion de la existencia del cielo; yo no veo sino una ridicula inver- sion hecha por la razon altanera contra las inspiraciones del corazon ; se invierte el drden, pues se pretende tener

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