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115 muchos aiios el sacrificio que veia representarse & sus ojos, siendo ella el idolo. Hablen los héroes, los sabios, s los generales, los principes: gviven acaso mas 6 mejor que aquellos que han pasado desapercibidos en el mun- do? No ciertamente. Yo llamaria vida feliz 4 la del rico si no supiese las continuas zozobras en que vive su co- razon, ora temiendo los caprichos de la fortuna, ora los azares del comercio, ora las asechanzas de un adversa— rio, ora la atrevida mano del asesino. Yo llamaria feliz al sabio si no supiese que su espiritu se encuentra siem- _ pre como prensado, pues cuanto mas sabe, tanto mas ig- nora, no pudiendo conocer ni una sola tésis, ni una sola verdad natural 6 filosdfica en toda su latitud;lo llamaria - atin feliz si no supiese que apenas ha existido un solo sabio que no haya tenido émulos, detractores, calum— niadores, enemigos que quisieran sojuzgarlo, no para sa- ber mas que éi, sino para recibir en su lugar los vapores de la adulacion mundana. Diriamos que fueran felices los héroes si no supiéramos que un renombre de pocos dias les costaré mil sacrificios, que los hicieran muy desgra— ciados en si mismos, al paso que eran dichosos en el con- cepto de los otros. Canonizaria con el titulo de bienaven- turanza 4 esa deslumbradora purpura que cubre los hom- bros de los principes, si no supiese que bajo el broca- do no hay mas que un mar de amarguras que oculta bajo de sus rayos una pequefia nube débilmente ilumina- da; yo los llamaria quiza felices si no hubiese visto rodar sus cabezas en un cadalso, si no los hubiéramos visto caer del puesto culminante que ocupaban atolondrados con una conmocion. Yo llamaria, por fin, vida feliz la de esas heroinas de la naturaleza, que 4 manos Ilenas han recibido gracias y hermosura, si no supiese que una afec- © cion febril es suficiente para marchitarla con mas violen— cia que el viento de la Libia devora la belleza de una flor; _ si no supiera que los afios lo acaban todo, no dejando en