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we iy sp Pi a ; resucitar como Cristo, y subir como Cristo 4 los cielos, y sentarnos en tronos de gloria y grandeza con sus an- geles. be ; Hay, pues, una vida gloriosa é inmortal 4 que el hom- bre esta destinado despues de esta corta’ peregrinacion. Hé aqui el dogma consolador, dogma de la fé , dogma de _ nuestra razon , dogma en cierto modo instintivo del hom- _ bre, pues no parece sino que todo nuestro instinto esta circunscrito 4 vivir eternamente. ;Qué! ;Habria sido Dios tan mezquino que, habiéndonos criado tan perfectos , no hubiese hecho esta obra maestra sino para unos cuantos momentos? 4Habria sido tan cruel que, siendo nuestra’ alma tan noble, nuestro corazon tan grande y nuestros de- seos tan inmensos, les hubiese puesto un valladar tan cor- to como el de la vida presente, cuando nosotros aspiramos & lo eterno, 4 loinfinito, 4 lo interminable? Aun prescin- diendo de la voz divina, que nos enseiia esta verdad, con- viddndonos con los goces eternos, encuentro yo en el fon- do de mi razon un motivo de desconsuelo en todo lo que me rodea, y sdlo veo la aurora de la paz y alegria cuando lanzo una mirada intelectual al porvenir. Examino la vida | presente, y no puedo ménos de preguntarme 4 mi mis- mo: «jQué! Esto que llaman vida, glo es en realidad?» Y todo esta de acuerdo para decirme que no. Sigue hablan- do mi razon, y dice: «jCémo! 4Es posible que yo me ele- ve en un momento hasta lo mas encumbrado del cielo, ‘que penetre hasta los abismos, que recorra todos los es- pacios , que discurra con sutileza, que esté en analogia y afinidad con los angeles y en relaciones con Dios, y no he de vivir mas que unos cuatro 6 seis lustros sobre la tierra, sin otra vida ni otro porvenir donde pueda yo ex- tender los vuelos de mi inteligencia con m&s libertad y gozo que el dguila al subir de los valles 4 las nubes’» Y mi razon se contesta a si misma y se consuela diciendo: _ No es posible; hay otra vida m4s alla del sepulcro, vida
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