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de lo ameno de la celestial Sion, y sdlo os diré con San - Pablo: «No es este mundo nuestra habitacion perpétua, pues esperamos otra ciudad permanente é inmutable; en una palabra: hay una vida de eterna felicidad en el siglo /uturo, Esta es mi-proposicion, que ocupara vuestra aten- cion religiosa. Imploremes los auxilios del Espiritu San- to, poniendo por mediadora 4 la Reina de los sett di- ciendo: Ave Maria. Hubo en tiempos anteriores algunos herejes, quienes, en mi opinion , no merecen ni el renombre de filésofos, pues carecian de dialéctica y aun de criterio al pretender establecer el absurdo de la reprobacion positiva como consecuencia necesaria de un decreto preexistente de la Providencia. Este error, que, como otros del mismo tem- ple, no tiene otro origen que el orgullo y la ignorancia, ha sido pulverizado, ha desaparecido, y apenas encontra- remos quien se atreva 4 injuriar tan groseramente 4 la divina bondad, si no es que nos internemos en el seno de alguna secta fandtica. Sin embargo, si hoy hubiese algu- no que sacase de entre los escombros de la arruinada he- rejia esta doctrina, y debiese yo salir al campo contra ella, no haria uso de otra dialéctica que dela que me en- sefia el Evangelio; porque en todos tiempos su razon ha sido sublime y eminente, pero hoy tiene algo mas que en épocas pasadas. Cuando Atenagoras, Eusebio y Ter- tuliano escribian apologias sobre la Religion, ellos tenian la conviccion de que saldrian siempre victoriosos, porque la {6 se lo decia; pero esta conviccion no residia en la generalidad ; el mundo era enténces un gran circo, en cuyo ambito peleaban dos grandes atletas; se hallaban
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