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lll honraban. Sumos muy desgraciados, dirén los segun+ dos, porque no hay tranquilidad para poderse dedicar & ganar el pan: nose piensa sino en guerras, ni se habla mas que de guerra: nuestros hijos perecen, cuan- do ménos lo pensamos, en combates sin honor, entre callejuelas sin salida, y entre tanto no nos bastan los seis dias de la semana para trabajar y ganar con que pagar las cargas del estado. A estas _— gqué po- dria decir el concilio? El concilio podra tomar la edlites y decir 4 todos este razonamiento: «Escucha, 6 mundo, los manda- mientos de vida: aplica tus oidos, para aprender la pru- dencia zcual es el motivo por que te encuentras en esa triste situacion? ;Ah! eso proviene de que ttt has aban- donado la fuente de la sabiduria: porque, si hubieses andado por la senda de Dios, hubieras vivido cierta- mente en una paz duradera. Aprende pues, donde es- ta la sabiduria, donde esta la fortaleza, donde esté la inteligencia, para que sepas asi, donde esta la longura de la vida, yel sustento, y donde esta la lug de los ojos del alma, y la paz y felicidad verdaderas. Contemplad, 6 hombres, cuan grande es el Sefior, y cuan misericor- dioso ha sido para con nosotros, en habernos ensefiado los caminos dela prudencia y de la verdadera vida por medio desu Hijo: no abuseis de los dones del Sefior: mirad que ha habido hombres que confiaron en su fuerza y robustez: pero todos perecieron, por no haber tenido sabiduria, perecieron por su necedad. (1) Ast pues el que de veras ama la vida, y quiere vivir dias dichosos, refrene su lengua del mal, y no se despleguen sus labios en favor de la falsedad: desviese del mal y obre el bien: busque con ardor la paz y venga en pos de ella; pues el Seftor, tiene fijos sus ojos sobre los justos, y escucha pro- (1) Baruc. cap. 3.

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