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Contra las camas de taineredulidad. 331 ts necesariamente de ellas, como la inmortalidad del alma del hombre, la resurrección general de todos las cuerpos , el juicio universal, la glo> di cue se me han insinuade, y quantas se siguen Y ria eterna para los buenos, y el eterna in fierna para dos malos. Utigue: ego eredidi (6). Pues hijo carisimo:, continúa diciendo el Ministra del Señor, ¿por qué puesyea saña salud aparentabas > todas esas eternas verdados , burlandote de la religión, y teniendo en-nada sus Sacra- mentos, sus Ministros, su culto, sus preceptos y sus misterios? Quare ergo non credidistis ii (a). ¡ Ay Señor! réspande dando un melan- cólico suspiro el afligido moribundo + ¡Ego ere. didi. Yo siempre tenia en mi espíritu la luz de la fé, que ma enseñaba y reprendia , aunque ella estaba á- punto de espirar : mi corazon era el re belde, el incredulo, el que deseaba que no hubierá religion que condenára mis desórdenes , ni Dios que los castigára. Este libertinage de conducta, este desenfreno de costumbres , esta vida inmo- ral y :perdída:, que tanto-choca y se opone á la santidad de la: religion de Jesu=Christo : esta yd= nidad, y' presunción de espíritu que ños resulta- ba de sobreponernos á las ideas del vulgo, y de anumerarnos á otros locos como nosotros , que pasaban por: hombres: de talento:, siendo en rea= lidad ¡unos méciós' é ignorantes ensmateria de re+ ligion: estas! ttes-funéstas: causas de nuestra im- credulidad nos precipitaron y perdierón. Pero (1) Joann. c. 11.,v. 26, (2) - Luc: c. 20. y. 5. Tta
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