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A NI 320 Sermon XII. escuchado , la prontitud con que los alarga y entrega el incredulo , el entusiasmo con que los alaba , y las conferencias que sobré el particular sostiene , abrieron en el corazon de aquella jó- ven curiosa.una brecha fatal, por donde fueron entrando sín resistencia las dudas sobre la reli- gion ¿los recelos de sus verdades , la incompren- sibilidad de sus misterios, la dureza de sus pre- eeptos, “y otra multitud de enemigos de-que no: acertaba su espíritu débil á desprenderse. Balan- ccando ya su espíritu con estas incertidumbres, aprovecha los instantes el incredulo , y viendola ya casi de:su'partido , redobla los ataques hasta que llega á decidirse, y aumenta su secta:con una nueva y duplicada conquista: del pudor y de la fé. Sí señoras: no recelo repetirlo con el mayor sentimiento demi alma : los designios de aquel malvado se dirigian 4 ambos fines, y él creía triunfar infaliblemente de vuestra castidad, apé- nas consiguiera obscurecer vuestra fé. Así , 6 mi Dios, se vá precipitando el impío. De este modo por una insensata vanidad se des- peña de un abismoen otro abismo. Este hombre, que deberia wivir cubierto de confusion y ver- gúenza por ser un ente gravoso en el Estado, y un hijo ingrato de la Iglesia : este hombre , que ni cultiva los campos , ni gana el pan con el sudor de su rostro trabajando en los talleres 5 ni gira por el mar y por la tierra conduciendo los frutos ni las manufacturas”, para abastecer unas provincias con el sobrante de las otras : este hombre, que vive sinagregacion 4 las oficinas , sin asiento ni

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