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304 Sermon XI. de vivir ociosos; y dando rienda á sus locos pen- samientos y: les. parece que todo vá destornillado y perdido , y alzan la voz entre otros tan insen= satos como ellos contra la multitud de los ecle= siásticos , contra las riquezas de la Iglesia , con- tra la inutilidad de las Congregaciones Religio- sas y contra las supersticiones de los sencillos christianos. Prestales algun amigo un libro de Jos maestros de la incredulidad : los encanta su dulce estilo, beben sin reflexion sus máximas, toman de memoria algunas ironías festivas con- tra varios abusos del culto religioso : Jas comu- nican y las alaban y las levantan hasta las nubes, y sin otros estudios en pro ó en contra de la re- ligion , declaman contra ella , y la abominan sin conocerla debidamente. Me parece tan natural este retrato, que nadie habrá que le mire aten= tamente, y no vea los incredulos ignorantes de que vamos tratando como su verdadero original: en efecto , ellos ignoran hasta las épocas memo- rables. de la historia eclesiástica : nunca han es- tudiado seria y detenidamente la perpetuidad de la fé que en ella reyna , la variedad de su dis- ciplina segun los tiempos y naciones , la pureza de su doctrina , los acontecimientos prodigiosos que abraza, :los innumerables Mártires, Confe- ssoresy. Vírgenes que la adornan , los sábios es- critos de los Padres que la ilustran, los venera- bles Concilios que la sostienen, y los decretos Pontificios, que con las leyes mas santas la gobier- nan. Ellos: ignoran la «sencillez magestuosa del Evangelio, da-sublimidad de sus máximas , 1a