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Del pecado original, 277 la primera culpa; y el quarto estado finalmen- te es el de la naturaleza reparada por la vida, pasion y muerte de muestro Redentor Jesu- Chris» to, que fundó su Iglesia, instituyó los santos Sacramentos, abrió las puertas del cielo, y entró triunfante del infierno, de la muerte y del pe- cado en su bienaventuranza ; la que nos agenció con sus méritos , y nos prometió á los christia= nos por herencia mediante la observancia de su santa é inmaculada ley. El que creyere , dixo, y fuere bautizado , se salvará. Si quereis , aña- dió , entrar en la vida eterna , guardad los man- damientos. ¿Hay en este bello quadro “alguna pincelada que á la razon repugne , y que ella no comprenda y alcance * ¿Qué cosa mas: ra- zonable ni'mas justa que «castigar al delinqiien- te, perdonar al arrepentido , y premiar al vit- tuoso ? Todo lo vemos en lo que acabamos de decir. No podemos , responden los incrédulos, ne- gar las verdades conocidas : ellas respecto de Adán forman una demostracion la mas equita- tiva y razonable 5 ¿pero sus hijos? ¡Ay! Esto destempla toda la harmonía de nuestra razon, y se nos resiste imponderablemente. ¿Qué cul- pa tubieron sus hijos? Vamos poco á poco, y sentando bien el paso, porque el asunto lo me- rece. fa ¿Los hijos desde que nacen tienen el derecho de sus. padres: esto es, á los bienes que tenian sus padres, quando ellos nacieron3 y que despues fijeron adquiriendo justamente mientras vivieron;
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