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xv aseguraban mis amigos, importunan- dome á dar á luz estos Sermones, que creian originales en su clase. Bien co- nocia yo mi debilidad, y que no me- recia ser discípulo de estos grandes hombres que he nombrado , y ménos seguir de cerca los pasos de aque- llos sábios y santos apologistas que en los primeros siglos del christianis- mo defendieron las verdades eternas, y confundieron los errores de quan- tos las impugnaban : no dudaba que era yo el mínimo de los succesores de los Apóstoles; y que nuestra Espa= ña poseía Prelados santísimos, adorna- dos deuna ciencia sagrada , y de una sabiduría del cielo , y que todos ellós eran mas á propósito para explicar los santos misterios de la religion de Jesu- Christo ; pero la avanzada ancianidad en unos, las enfermedades en otros, las grandes fatigas del ministerio en estos , las gravísimas ocupaciones de

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