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¡O aime id epa 2 pecialmente á sus hijos; y así como Yo le distingui tanto, imprimiendo en su cuerpo el sello de mis lla= gas, quiero también que su Orden Tercera se distin- ga por la devoción á mi Pasión, trabajando con to- das sus fuerzas á fin de imprimir la memoria de mi Pasión y de los Dolores de mi amantísima Madre en todos los corazones. Para esto he escogido á la Ur- den Tercera; y esto es lo que encargo y espero de ella. Los dos caños que visie son los dos canales pur los cuales se han de comunicar al mundo las gracias del cielo: mi Corazón agonizando en la Gruz por amor á los hombres, y el Corazón de mi amantísima Madre, que por sus dolores y penas al pie de la Cruz mereció ser la Corredentora de la humanidad. La verja aquella de hierro y los candados que cerraban la mina significaban los trabajos y las mortificaciones que tienen que sufrir los mortales para llegar á merecer y alcanzar los tesoros de mi Corazón y saciar su sed en las aguás de vida eterna que de El dimanan. Para conseguir esto es necesario trabajar constantemente con fe, amor, penitencia y oración. Las gracias y tesoros de mi Corazón no es- tán destinados ni se darán á las almas tibias, pere- 70sas y negligentes, que ni aman de veras ni buscan de veras mi amor, ni agradecen los beneficios de mi Pasión, ni piensan siquiera en ella. El que empieza á ser virtuoso y verdadero devoto de mi Corazón, tiene que ser firme y constante, perseverando siempre en el camino de la virtud, y progresando cada día en la fe, en el amor, en la penitencia y en la oración. No basta comenzar el camino de la virtud y de la piedad, es necesario continuar en él hasta llegar al fin. ¿De qué le aprovecha á uno emprender un largo viaje, si después se detiene á la mitad del camino y se niega á seguir adelante? Jamás conseguirá llegar al fin que se propuso. Detenerse en el camino de la virtud y de la piedad es volver atrás, perder lo ganado, y hacerse mucho daño; más le valiera no haber co- menzado. El que sabe las cosas y no las practica, ma- yor ingratitud comete y mayor cuenta tendrá que dar. Al alma diligente y constante se le abrirán de

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