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k i i ¡ b sn 54 CAPÍTULO XIV. solía estal 101 ' ¡A pado, oblizán dole 1 pasears Ñ nnnugo ape sar le la cu j lía aleg para 16 $ ' permitiera continua el trabaj Jen que « ] ¡ue yo le imstas responula econ uena grac icabose ' Vmd. es mí Amo nes observé esta misma subordinación la cual no | j aunque procuraba disimular mi admi ración, conservando cual convenia pa ra su salud esta especie de superior dead U dominio 801 un sujet pul al mismo tiempo de confundirme con su heróica virtud robaba mi corazon y me Henaba de veneración y resp Lo 146 « Desde a ¡uella temporada que fué de unos dos meses no le ví, ¿ino cuando hizo misiones en Sevilla, Córdoba, Toledo y Madrid en ocasion de hallarme en estas ciudades, y úl timarmente en Barcelona á fines de E nero de 1787; de donde le hasta Villafranca de Panade e encaminaba para Valencia. Pero acompañé cuando con n0s Ccorresp mdiamos por cartas y son muchas las que conservo suyas, entresacaré de ell lo que me parez ca más diguo de notarse aquí: ref mendo lo demas por lo que ví, Ó me eseribió el P, Ministro Gonzalez, 6 por lo que supe de boca del mismo P. Fr. Diego eomo e advertirá res pectivamente en la relacion que voy á hacer á mavor gloria de Dios, honor de su fiel siervo y edificacion de las almas ». Hasta aquí el Abad 147, — En medio de sus trabajos apostólicos, y de las aflicciones mte PMIOFPes que amargaban su vida, purifi cándola Dios por ellas admirablemente, el Beato Diego, que tenía un corazon noblemente sensibilísimo y un respeto y amor filial incomparable 4 sus Di Pectores cCuvos consejos deseaba siem pre con ardor, queria que ellos aun en las palabras le bratasen como hijo espi ritual. Logrolo de su ilustre Maestro Gonzalez con abundancia de saludables avisos y consoladores anuncios v fué tal la alegría que esto le causó que “con hu milde entusiasmo le escribió lo siguien te (1): La muy apreciable de V. del 26 del pasado, recibí estando en Alcalá la (1) Larta de Priego, 20 Julio 1778. Real, con el motivo de haber ido á besar la man: al Hllmo Sr. Abad y lat as gracias por el favor de las l1 eencias;.. Per P. de nu corazon, ¿CÓ- mo podrá este 1 feliz ni dar á Y. las Sri as, ni deciri lo que ella causó en su interior ? Sola la caridad de V; gobernada por el Espíritu de Dios, pudo poner tal carta: y si con ella no 2 SUMO LOZO se año yet corazon en 4 que Jo inundó todo, lo atribuyo á mi- sericordia de Dios, para darme tiempo de enmendar mi vida y seguir la ce- trina de un P. que con sus enetra hasta el último seno ob a en ella | ' que quiere, 148 Perdone V. mis simplezas, y permítame que con sinceridad le re fiera brevemente lo que sucedió en la lectura de su carta La abrí, y empecé á leerla en uno de los dormitorios del Convento; á cada cláusula se llenaba el interior de aquella consolación que sé advertir, pero no explicar: llego á donde me da mi P. el tratamiento que tanto deseaba, y con encojida y te- merosa instancia pretendía mi cora ZOn, y tlué la el golp: de SOZO, Y el movimiento del interior, que saliendo á los ojos, me oblizó á retirarme á la Iglesia, y desahogar allí en la presen- cia del Señor los sentimientos más ternos de reconocimiento, rumillacion, gozo y rendimiento etc. Seguí despues ' i el párafo en que me hace ver lo que á Dios debo en el ministerio en que me ha puesto, y de lo que obra por este vilismmo instrumento siendo yo el que soy, y tenía que pararme á cada paso; porque sus cláusulas eran un fuego que me abrasaban y derretían el alma toda, sin poder contener las contínuas lágrimas, que sin faltarme la ¡ vil y dure za, me hacian derramar al leerlos. Si hubiera de decir á V. cuanto en su interior sensible insensibili carta expermenté- y experimento le cansaría demasiado, y al fin no le ha bria manifestado el todo. V. me cono ce inejor que yo mismo; y con la cer teza que tengo, que nada de mi inte rior se le oculta, se templa no poco el afan de declararle aun sus neno Pes movimientos 149 « ¿Qué diré á V, Padre mo a madísimo, de lo que noté en mí cuando leí la amorosísima reconvención que me hace por mi falta de fe, de amor, etc.?