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HORROR DEL BEATO ello con el Prelado local ó por otros medios no ménos fáciles. Mi ningun fervor y el ejemplo de Religiosos no ménos santos que doctos me hace no tener por conveniente el abstenerse de la racion para lo que está ya decla- rado en nuestra reforma de Capuchi nos ser lícito el recurso. En los que estan dedicados al trabajo corporal como los legos, 6 al que es mayor del estudio, predicación, confesonario ete. y no son movidos de Dios para una mortificacion extraordinaria, pa rece que no es prudencia el excusarla. En esta Provincia y en el Seminario de Borja me consta de muchos Reli giosos de ave ntaje wo espíritu que no han podido seguir esa abstinencia, ni tam poco con ella las tareas del ministerio, ni aun las demas observancias del Ins tituto. Ya se mira esto como especie de singularidad, y sería yo de parecer estando á lo dicho, que V. C. no se em peñe en esto, si Dios, el Preladoy su Director no se lo aprueban. Aun los Santos Padres del Yermo, como V. C, sabe mejor que yo, tenían por mi jor el ayuno comun que el extraordinario, aquel es seguro y este arre sgado mucho, A mí me parece que aconse- jan bien á V, C. los que le disuaden de los dos puntos expresados, que se esté quieto y conformándose con to dos en el exterior donde no hay pe- cado, sea como ninguno en observar por sí y en oculto lo que á Dios le ha prometido Me ACONl do muy bien haber leido del P. . Bernardo una doe trina de mucho idiiblo propriísima determinadamente para “este caso mas no tengo lugar de buscarla para citársela. V. C, la habrá leido y esto me ae como tambien otra del Pa- dre Natal Alejandro sobre este mismo particular, en que $1 mal no me acuerdo se vale de la doctrina que digo del P 5. Bernardo. 132. — « Es verdad que permanecien do V. C. de ese modo le buscaran los a- plausos : v las ocupaciones á que suelen estar «aque llos expue stos; pero yo JUZgo que miéntras no los buscamos y que si guéndonos los aborrecemos, no tene- mos por qué acobardarnos ni por qué separarnos del santo ministerio. No me olvido de que el P. S, Bernardo encarga que sólo se concedan á los SSres, Obispos para que les ayuden etc. Á TODA PRELACÍA 49 aquellos Religiosos que son en la vir- tud aventajados; mas tambien es cierto que cuando Dios por medio de los Prelados lo dispone, debemos esperar en su promesa de que nos asistirá con el espíritu que ne cestamos, como lo 0s que si cuando nosotros voluntariamente nos ponemos en el peligro, en él pe recemos; cuando Dios en él nos pone, sabe y quiere preservarnos. Dejémo- nos conducir de la divina voluntad y caminaremos seguros. 133. — « Por lo que hace á las Prela cías, aseguro que no sé qué decirle. cuérdome que el P Bernardo respon diendo á un Obispo electo que sobre su admision le consultaba le dijo lo que V. C. habrá visto y puede ver en la epístola 8, n. 1 No he sido Pre lado ni capaz de desempeñar este de licadísimo cargo; y por esto aunque me parece bueno que huyamos lodos de él, no dejo de hacerme cargo que es un empleo necesario en la Santa Iglesia, porque precisamente ha de haber Pastores y Doctores, etc. Bueno es huir, pero dejará de serlo y deeli 1 á defectuoso, si llamando Dios se le resiste. Si no estoy equivocado, he leido que el Superior que encuentra á los súbditos relajados debe pro curar no se introduzcan nuevas rela jaciones, y trabajar lo que buenamente pueda por a las antiguas; mas esto de tal suerte, que jamas pierda la caridad ni la paz de su corazon. En suma si V. C. no se eg con espíritu para tanto peso y cargo, hará muy bien .en rehus arlo : mas si los Superiores le obligan, confórmese con lo que dicen nuestras Sagradas Cons tituciones de que no sean fenaces en resistir las Prelacias etc. La apli cación al santo ejercicio de la oracion mental y la sujecion á un sabio y prudente Director nos hará no errar el caminó de nuestra salvacion, y asegurar la eterna felicidad 4 que aspi ramos. sto es, Venerable Padre y Her mano mio, lo que puedo decir á V. C. Ojalá haya acertado á llenar en algo su deseo y la voluntad de Dios. Yo estoy necesitadísimo de oraciones para que su Majestad ablande la dureza de mi empedernido corazon; suplico encarecidamente á V. C, me socorra con las suyas, seguro de, que en las inútiles mias ruego á N. $, guarde su 4 q | i : ! lia

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