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> men nt CAPÍTULO XI. yeren entender que Fr. Diego es sir ñado de Dios AAsImno para mi a gioria suya y alentase, le estimulase le rindiese á su deber; cl desde el primer sermon que le « de que él jamas predica, sino espíritu de Dios, en cuyo Cconocimi nto como iré historiando me han confir mado varios sucesos que diré en su lugar y constan de gus cartas en mu chas que me escribe. UZ. « Y cuando no fueran tantos los testimonios que puedo producir, lo fue ran evidentiísimos los que él mismo hace ver á cuantos le oyn cuando toma en $us manos, epilogando la doctrina del sermon, la imágen del Sto. Crucifijo: en tónces, entónces es cuando el Espíritu que le anima le inspira y pone en su labios las palabras que predica, se ma- nifiesta sin embozo alguno, porque en tónces todo post ido de él se vierte en su exterior y se conoce hasta en el manejo de la santa Imagen, hasta en los movimientos de su cuerpo, hasta en sus 0jOS v semblante. ste se aclara, se enciende y cubre de una agradable circunspeccion y majestad ; aquellos brillan, centellean, y elevados en el Amado de su” alma brotan fuego. ; Qué coloquios tan dulces con el Señor! ¡Qué reconvenciones tan apuradas pa- ra inclinar sobre el pueblo los efectos de-su justicia óÓ misericordia! ¡ Qué a fluencias tan naturales de su abrasado corazon!;¡ Qué suavidad tan tierna se le ofrece para los pecadores! pero yo no puedo más que insinuar el manantial de afectos que inundan su pecho y salen por sus labios cuando Fr. Diego toma el Crucifijo y le habla: su manejo, sus movimientos, su gesto, todo él con el Señor es raro, es or ginal, es singularísimo y aun irresis tible, que rinde aun al más duro y obstinado sino á resolver su seria con version, á lo ménos á confesar en sus lágrimas y confusion abatida de su ros tro que debe convertirse, » Hasta aqui el P. Naestro Gonzalez 93. - Notaremos, de paso, el amor del Beato á la comunion coti diana, cuando no podía celebrar, En este año de 1775, por el mes de Ma yo, al quinto dia de su predicación en la Mision que hemos dicho hizo en el Sagrario de la Santa Iglesia Patriar- cal, cayó enfermo de un agudo tabar- dillo. Privado por esta razon de poder Santo Sacrificio de la Misa, ar el ó hum > di es le diése el consuelo gar sacramentalmente todoslos dias que no pudiese celebrar, lo que hizo con tan ferviente disposicion que edificaba y movía á devoción á los Re 1910808 asistentes. Esta loable prác- tica acostumbró seguir siempre que por estar enfermo no podía celebrar el Santo Sacrificio de la Misa, recon- eiliándose diariamente, lo que observó hasta la última enfermedad, en la que habiendo recibido los Santos Sacra- mentos por viático, la misma mañana que murió recibió por devocion, como las demas, á Jesus sacramentado, y luego recogido dentro de sí mismo con el Señor en su pecho, ántes de pasar la hora de haberle recibido le entregó su espíritu, acompañado de los Angeles que asisten en la presen- cia del SSmño sacramento, llevándolo al cielo, como por demostraciones y signos fué entendido, junto con ha- berlo revelado.el Señor á algunas al mas piadosas y religiosas y lo decla raron á sus directores. (1£S. A) CAPITULO, XL Grave enfermedad. Acércate á Mí. Se- villa. (1175-1777) 94. — De Sevilla concluida su Mision pasó el Beato á Cadiz, y volvió á Má- laga por Junio de 1775; de allí por Octubre fué á Sevilla y despues á Osu- na, ocupado en sus Misiones y en be neficio de los prójimos basta fines de Diciembre; por Enero del año 1776 pre- dicó la novena de nuestra Señora de la Paz en Ronda y de allí fué llama- do á Sevilla en donde al Venerable le acometió la srave enfermedad que pa- deció como lo refiere en el sermon de honras que predicó á su Director el P. Muestro Fr. Francisco Javier Gon- alez diciendo: Notorio fué á todos la grave enfermedad que padecí yo aquí

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