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382 APÉNDICE pompas, faustos, liviandades, reniegos, execraciones, juramentos, maldiciones, rencores y enemistades. ¡ Oh vosotros matadores, deshonestos, avarientos, codiciosos, vinolentos, maldicientes, jugadores! venid, venid, pecadores, venid, no me abandoneis : y si seguir no quereis mi bando luciferino, seguid allá al capuchino ¡ que buen infierno os perdeis! Otras en elogio del R, P. Misionero y en desprecio de los lamentos de Lucifer. Señor Luzbel, poco á poco de coraje y rabia, chito, y no me levante el grito, que parece que estais loco: v no porque me sofoco, que os conftengals, Os requiero; sino porque el pueblo entero ' sin ninguno discrepar, sólo gusta de escuchar las VOCES del Misionero. Aquel grito, aquella vOZ, aquella voz del desierto, aquel llamar á concierto á hacer las paces con Dios, aquella amenaza atroz, aquel fuego, aquella llama, y aquella suave flama que toda virtud respira, que tanto te enciende en ira, es lo que á todos nos llama. A este apóstol de Valencia, á ese Asis en humildad, si Paula en la caridad, Alcántara en penitencia, á ese Job en la paciencia, á ese espíritu de Pablo, á quien oigo y no le hablo, á ese-Pedro en el amor, y Elias en el valor, os á quien queremos, diablo. No tú, espíritu infernal, no á uu queremos otr. padre anciano del mentir, abuelo de todo mal, enemigo universal, eterno y feo tizon: pues no habrá en la poblacion, oyendo á un hombre tan justo, quien tener quiera el mal gusto de oir bramar aj dragon. Haces pavoroso espanto 6 asombro del Misionero; ¡hay diablo más embustero! pues ¿no has visto ningun Santo? ¿qué hay en él que admire tanto? ¿no has visto á santo Tomas, á S. Vicente, á S. Blas, á S. Pablo, á S. Andres ? pues ese padre que ves, es otro tanto y no mas. No de poder haga alarde, de imperio ul principado, quien bajó precipitado y en eternas llamas arde: reparas, que eres cobarde y de muy débil poder, ¿no lo adviertes, Lucifer? pues si á tu ferocidad temblar le hace una hurvildad, ¿qué poder puedes tener ? Rabiando con la mision nos convidas á pecar, lo mismo que á refrescar en un dia de funcion: cuya infernal atencion todos la desesltimamos, y á Dios palabra le damos, mas que de oirlo te irrites, de no admitir tus convites: quiera Dios que lo cumplamos, No de tu rabioso lamento podrá la perversidad dirigir la voluntad, ni encaminar el talento, de quien viéndole atento, se repara y se recobra, y sólo por la zozobra de si Dios está ofendido, cuantas palabras le ha oido las pone al punto por obra. Esta es la rabia y encono, este el asombro y el susto, y lo que contra este justo la voz te saca de. tono, sintiendo el perdido trono de que te arroja y destierra: pues en esta justa guerra en que de ti va triunfando, á la virtud elevando, da con lo vicioso en tierra. Por soberbio y altanero, en lo breve de un instante, siendo Lúcero brillante fuistes apagado lúcero, al contrario el misionero más que el mismo sol lúcido, por humilde y sometido en todo á su Criador,
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