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IS | ci MC A A A A A PAN igor A 344 CAPÍTULO LXXx1V 1123. — No tardó el Señor en ma- nifestar la gloria de su Siervo: varias personas insignes en virtud tuvieron clara noticia de la gloria del B. Die go. En un convento de religiosas muy distante de Ronda, una de ellas devo- tísima, estando en el Coro en la mis- ma hora que el Beato espiró, cantando la Kalenda de la Encarnacion, tuvo revelacion del felicísimo tránsito del santo Misionero y de su gloria, como allí lo manifestó á las demas religio- sas, dando exactamente las señas de su rostro y cuerpó, siendo así que ántes nunca le había visto. Otra alma de muy subida perfeccion le vió subir al Cielo, y que salían á recibirle mi- llares de almas convertidas por su predicación. A otra que se hallaba muy desconsolada por la temprana muerte del varon Apostólico, le ase- guró el «mismo Señor, que mucho más que cuando estaba acá en el mundo hacía ahora por nuestra eterna salud allá en el Cielo. Los milagros que por su intercesion obró el Señor despues de la muerte de su Siervo fueron mu- chísimos, y de ellos referirémos algu- nos en su lugar (1). (1) ¿ Cuándo tenemos multiplicados testimonios de personas fide dignas que le vieron subir al cielo? Cuando se cuenta entre ellos el de una, que no habiéndolo ántes visto ni conocido y sólo con aquella vision que tuvo al cantarse la Kalen- da de la Encarnacion en su convento, distante muchisimas leguas del Pueblo donde el P. mu rió, dió luego las señas más individuales de su rostro y de su cuerpo; y lo que es más, aprove- chó desde aquel punto mucho más que ántes en la virtud... A un Siervo de Dios que acabando de comulgar se lamentaba con el Señor de la pérdida en que habíamos incurrido con la temprana muer- te del P, Fr, Diego, le aseguró el mismo Señor, que mucho más que cuando estaba acá en el mun- do, hace:por nosotros y por nuestra eterna salu ahora allá en el Cielo. (Cabra, p. 59).— « No han faltado otras almas piadosas y contemplativas que han anunciado la glorja póstuma del P. Fr. Diego de Cádiz. En Sevilla una Religiosa de buena nion y virtud, del religiosisimo Convento de Merce- narias Descalzas, dijo á su Confesor que había vis- to subir al Cielo gloriosa el alma del Padre Cá- diz acompañada de Angeles y del Patriarca Sr, San José, » — « Un Padre Trinitario Descalzo, Con- fesor ordinario, que á la sazon (en sus «¿timos tiempos) tenía en dicha ciudad (de Ronda) el Ven. P. Fr. Diego de Cádiz ; muy piadosa una carta) en la que le da noticia, leseribió ú una persona entre otras cosas prodigiosisimas, de las mara- villas que la Reina de los Angeles obró en su CAPITULO LXXXIV. Conmocion del pueblo, entierro y funeral. 1121. — La noticia del falleci- miento del B. Diego se divulgó mila- grosamente; en pocos momentos se hizo sentir en toda la ciudad y cir- eunferencias el golpe sensible que ha- bía recibido, y apénas hubo tiempo para precaver el cadáver contra, la in- discreta devociou de un pueblo que manifestando el dolor y pena más a- guda, corría todo á la casa en que espiró (1). El sentimiento fué tan uni- versal como la De toda calidad; edad y sexo, corrían las per- sonas hácia la casa, cuya puerta para evitar desórdenes estaba ya tomada con fuerte guardia militar. La pla- zuela y calles inmediatas estaban a testadas de gentes, y todas á una voz exclamaban: Ha muerto un santo, ha muerto nuestro Padre, nuestro her- conmoción. maáno, nuestro consuelo, nuestro com- pañero, nuestro (gozo, todas en unifor- me anhelo deseaban satisfacer su de- vocion y afecto viendo y tocando su cadáver. Este por el pronto se colocó en una sala acompañado de personas de carácter que lo custodiaban, amor- tajado á nuestro estilo, y con especial muerte. Le dice que. estando el Ven. P, Fr. Diego en la última hora, entró una procesion, invisible para los circunstantes y visible al Ven. enfermo, en la sala: en la que venía la Virzen SSma. de- lante, luego seguían y acompañaban Angeles, los an tres coronas muy resplandecientes, y que tr: que Nuestro Señor Jesucristo venía presidiendo esti celestial procesion: la que acercada á la ca- ma. la Vírgen lo recostó en un brazo y el Señor en otro, y que en los brazos de los dos entregó su bendita alma; que las tres coronas se reunieron en una, y se la pusieron al Ven. Padre: que dichas tres coronas tan resplandecientes, reunidas en una, significaban la perfeccion con que había guardado los tres votos de Obediencia, Pobrezay Castidad, constitutivos de la vida Religiosa, en que se reunieron en una para coronarlo. » (MS, A.) (b La señal de campanas se hizo con las de Cabildo, como Beneficiado, á estas siguieron las Par-oquias, los Conventos, las Ermitas: y á las campanas los gritos de las gentes por las calles, los llantos de las Religiosas y Religiosos en sus cláustros, de los nobles y plebeyos, de los po- bres y ricos, y por último la conmoción de toda la ciudad fué general, y tanta, que no hay memo- ria de otra mayor en ella, por ninguno de los a- contecimientos que le hayan sobrevenido. (Har- dales).

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