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A A A A A | NT nn me EEE VIA 334 CAP. LXXXI — CIENCIA vando sus reflexiones y documentos con terminantes artículos de sus orde- nanzas. ln este ramo es menester confesar á nuestro Beato por singu lar. Las cartas que escribió a su 80- brino D. Antonio Jimenez Caamaño, confirman 0 apoyan este nuestró jul cio. Se publicaron por todo nuestro ejército en el Rosellon y en Navarra, fueron leidas y habidas en grande es- timacion, y ellas son buen testigo del vasto conocimiento que su autor tenía de la ciencia militar. 1090. No fué ménos su instruccion en las ordenanzas ó leyes municipa- les de las ciudades y otros pueblos En Sevilla, Ecija, Córdoba y Jerez, manifestó su instruccion por esta par te'con brillantez. Sus ilustres Ayunta mientos, en espec al el de Sevilla en los tres dias que les predicó, tomando por asunto la explicacion ó amplia- cion de estas palabras «a cura rerum publicarum », fijas en la fachada de sus casas consistoriales, se delei- taban y admiraban en oirle citar or denanzas, acuerdos y demas á ello concerniente, traidos de la más re mota antigúedad, algunos de los tiem pos de su restaurador 5. Fernando, relatándolos en el mismo estilo es pañol en que se escribieron: c.rcuns- tancia más digna de alabar en quien sabemos que no se paraba á encomen- dar á la memoria, como otros lo que hablaban en público. Si hubiese el Padre sido nuestro archivero. médio siglo, dijo el muy ilustre y erudito capitular D. Miguel Espinosa, Con- de del Aguila, si hubiese sido nues tro Archivero, no pudiera estar más instruido en nuestros acuerdos - y ordenaciones. » Poco más Ó ménos se decía en honor y elogio del Beato en las otras ciudades. Cuando predi- caba á los relatores, escribanos, pro curadores y otras gentes de plaza, era para oir lo que ellos hablaban acerca de la puntualidad con que citaba cuan tas leyes miran al desempeño de sus oficios; en Córdoba singularmente, fué su lengua un rio en esta materia, de suyo tan insípida ó enfadosa. Ni la medicina, ni la política civil, ni la a ericultura, ni las nobles artes en cuan to á lo especulativo, se escaparon Á su penetración, como lo comprueban sus disertaciones en las Sociedades ERUDICIÓN DEL B. DIEGO médicas y económicas que leyó 6 dijo en Sevilla, Motril y Sanlúcar, que le nombraron su socio honorario, y en el sermon de honras de los Serenísi- mos Infantes D. Gabriel y su digna esposa. De su instruccion en la histo- ria sagrada Y eclesiástica, del manejo ó erudicion en el santoral 6 « Flog Sanctorum » en especial de España, sus Impresos hablan cuanto DOSOLFros, por no molestar á los lectores, *omi- timos aquí. Concluyamos asegurando á todos, no sobre nuestra palabra, sino bajo la voz y concepto de todos los sabios de la nacion, que le oyeron, trataron y consultaron, que de cuanto puede ofrecerse tratar á un sabio, ha- bló el B. Diego con solidez, abundan cia, hermosura y elocuencia, cual si fuese nutrido desde pequeño en cada una de las facultades y ciencias. 1091. — De estas noticias que hemos entresacado casi siempre literalmente de la obra del P. Luis Antonio de Sevilla, podemos fácilmente deducir que la ciencia del B. Diego fué en su principio infusa por el particular don y talento que le concedió el Señor, y que en lo mucho que tuvo de adquirida debe atenderse ante todo á las luces y auxilios divinos que mereció por su constante aplicacion al estudio. El mismo Beato confirma indirectamente lo dicho, cuando no pudiendo negar en ciertas ocasiones los resplandores de su sabiduría, lo atribuía todo á Dios y se esforzaba en hacer creer que él nada sabía. etc., como lo prue- ba el caso siguiente que leemos. en los procesos de leatificacion. El P. Fr. Antonio Guerrero Domínico, colegial del Coleg o de Sto. Tomas, nacido en el lugar de (Grazalema, quien por muchos años dirigió el Ro sario que sale los domingos del dicho Colegio, y que fué asesinado en el mismo lugar por los franceses, porque lo encontraron escondido en un sótano vestido con la túnica, refirió al depo- nente cuando este era Párroco de Sta. Cruz, que había sido condiscípulo en el estudio de gramática de Fr. Diego; que entónces daba muestras de esca sísimo talento, y que tenía la leugua tartamuda ; que en vez de decir etel decía ejeno, y aun otras palabras que ahora no recuerda. Y habiendo oído O la fama de su predicacion cuando vi

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