BCCPAM000543-1-10000000000000

E 2... A A A A A A rm Pe Dt sus crucificado, repetían este y 330 CAP. LXXX — PREDICACION DEL leido, estu « diado y reflexionado sobre estos os- (los cita- decía : « Mil veces habré « curísimos y divinos textos, « ba ya para explicarlos en la cátedra « áÁ ms discípulos, ya cuando de la « materia he predicado, ya para mi « propia instrucción; pero confieso 1n- « genuamente.que rarísima de las es- « pecies que he oído hoy al P. Cádiz « vino jamas á mi idea, ni en el modo « de exponerlas ni aplicarlas, ni creo adornado del « que otro, que no este « soberano don de entendimiento, será « capaz de hablarlas, por más que re- « vuelva cuantos PP. y expositores « tratan del argumento. » En Alcalá de Henares donde el B. Diego predicó con aceptacion y fruto "que fué bien público, uno de los Doctores de su célebre universidad, D. Dionisio Moli nos, que no le perdió sermon, y que cuidadosamente ideas, textos, exposiciones y aplicaciones que apuntaba las de ellos hacía, dijo á sus compañeros: « Desengañémonos, Sres., esto no se estudia en los libros, ni se aprende en nunquam sie sicut he las clases: locutus est homo, homo. » En los va- rios difusos sermones que predicó en Córdoba, con motivo de haberse colo- cado ante la Iglesia de "nuestro con vento una devotísima Imágen de Je- Otros elogios con frecuencia los hombres más versados en la teología expositi va: y un célebre Maestro Agustinia- no, se enajenó tanto una de las tardes que le oyó exponer ciertos lugares del Apocalipsis, alusivos á las revolucio nes de aquella época, que como fuera de sí exclamó: «¡Qué oimos! ¡á quién escuchamos! ¡ha resucitado el Angé lico Doctor! » paróse un poc )» y ele vando ojos y manos al Ciela dijo: « Beatus quem tu erudieris, Domine. » 1080. — En los tristisimos dias de la revolucion francesa “volvió el B. Diego á hacer mision en Málaga. En ellos se había comunicado á los Jefes de ámbas potestades, por el Exmo. Sr. Generalísimo príncipe de la Paz, entónces Duque de la Alcudía, una real órden ea que mandaba 5S. M. se hiciesen rogativas públicas al Señor Dios de los ejércitos por el féliz éxito de sus armas, Disposicion cuya publi- cacion tal vez aceleró el memorial que nuestro Beato dirigió al Monarca. A- á B. DIEGO * JUICIOS Y ELOGIOS y el real decr LO ponia más á cubier- to á nuestro fervoroso predicador con. tra los tiros de sus émulos «ue por aquellos dias se multiplicaban sin rebo ZO, y en dejó de ninguno de Sus Sermones hablar sobre este asunto. Una tarde aunque propuso otro punto bien diferente, a poco declinó á tratar del que apuntamos Y se empeñó en ex- plicar como aborreciendo los vicios y pecados, « debemos amar á los que « los cometen, por más que en sus persigan y Detúvose en esto mucho tiempo, y con extraordinaria vehemencia y copia de selectas doctrinas, « acciones nos dañen » procuró manifestar toda la energía y peso de estas pala- bras de Jesucristo: « Yo lo digo, amad « á vuestros enemigos, rogad por los «.que Ós persiguen y calumnian. » De aquí descendió á combatir de firme el homicidio, haciéndolo en un con modo estilo, y con unas expresiones que aterraba, Algunos extrañaron, que ol vidado del argumento que propuso, tanto se detuviese en aquel: pues Má- laga en aquellos dias no había ofré- cido el horroroso espectáculo del ho- micidio. La Divina Providencia mo vió los labios del B. Diego á hablar en favor del precepto « no matarás », y el Señor con misericordia llevó á oirlo á muchos que proyectaban que- brantarlo de una manera horrible y funestísima. Vivían en Málaga muchos franceses, unos por razon de su comer- ClO, Otros ya avecindados, y no pocos emigrados. Contra ellos y sus familias se había tramado una sorda conspira- ción, que para hacerse pública y po ner en ejecución sus malvados inten- tos, sólo esperaban favorables momen- tos sus autores. Tal vez serían los principales de tan horroroso delito, los que fueron á oir aquella tarde al B. Diego, y en ellos hicieron sus 'pala- bras una milagrosa trasformacion. Des- de luego su corazon se sintió movido á detestar la resolucion proyectada, y acabado el sermon se buscaron unos á otros, y ántes de hablarse, sus ojos y semblantes manifestaban la novedad de sus espíritus. Cada uno quería a- delantarse á los demas. y que enten- diesen su separacion del malvado de- signio, y conviniendo en ello todos, no se contentan con separarse á conven- cer á lo mismo á los que para lo con-

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz