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! h ! ll . E o 304 CAPÍTULO te fué aquel año catedrático de su lia. y se halla presente en el au ditorio. » (Grazalema, p. 65). J01. « Cuando en la epidemia dela ño último (1800) predicaba en Ronda haciendo una lista bastante prolija y horrorosa de los males que nos han ocurrido en todo el siglo qué espiraba, todavía llamó fores y delicias males tan atroces en comparacion de los que nos aguardan, afirmándose en este dicho no en tono oratorio, sino en tono profético » (Grazalema p.66.) De este modo predijo las calamidades de otras pestes y de las guerras de Napoleon que tantos estragos hicieron en nues tra España. 002. — ¡4 uántas veces le ucedió conocer personas DO conocidas ore ponder de asuntos que aun no le ha bían comunicado, ó hablar al corazon como por inteligencia, segun se dice de los Angeles! Quisieron hablarle en el Puerto de Santa María marido y mujer, pero nunca pudieron hallarse en proporcion + viendo que el tiempo se pasaba, determinaron escribir una carta, y que la entregara al Venerable Misionero uno de los dos; así lo hi cieron y la mujer se nombró mensa jera, mas en esta ocasion tampoco pudo acercarse al púlpito para entre- rar la carta oportunamente. Nada sabía el B Diego por humanos ante cedentes de aquella mujer y de su , fijándole la vista á lo léjos la llamó pidiéndole la carta y aun dándole la respuesta ántes de leer su contenido. (Grazalema, p. 68). 953. — En una ciudad de Andalu.- cía, la cual se nombra en la declara cion, habitaba una Religiosa profesa de velo negro la cual tambien se nombra allí, alma verdaderamente jus ta, á la cual el Señor para probar su virtud la dejó en tal perturbación de espíritu que tenía por cierto su eterna reprobacion, porque en su concepto permitía el Señor no la comprendiese el confesor apesar de ser hombre sa- bio, Para remedio de esta urgente ne cesidad procuró confesarse con el P. Cádiz, mas sin poderlo obtener, por- que los . viajes contínuos del P. á las otras Provincias con motivo de sus Misiones siempre le impedían y re- tardaban esta saludable y tan nece- saria consolación, por cuyo motivo F carta, sin embargo LXX VII crecía cada momento su aflicción y ansiedad y estaba en la más grande amargura. Mas encontrándos: esta bh j 5 Ñ ' i Religi sa en 10 mas angustiado de sus pen: Ss. (caso raro) no obstante de per- tenecer á una Orden la más « strecha, y por más que habitase en un Con- vento. de estrecha clausura, estando abatida y desconsolada un dia en su celda, una hora despues de medio dia, poco mas O menos, vió ref entinamén te abrir la puerta, y entrando el P lr Diego de Cádiz con aquella amabili dad que le era propia le dijo: Ho mana mia, no tengas miedo. ¿ (Jué fa tivas. vacilaciones y ansiedades son las que atormentan tu espíritu ? La re ligiosa se espanto y quedó sorpresa con este suceso del todo 1ne sperade mas tranqui izado su espiritu con a quella visita; se sentó el Siervo de Dios, oyó su confesion, hizo que de jase al parte sus dudas que tenia par su confesor, aprobándoselo como el más adaptado, la consoló, la instruyó en una hora que estuvo, y al tocar la campana par el P.,, y la' reli; ) Vísperas desapareció osa fué al coro á dar eracias á su divino esposo Jesucristo por un tan singular beneficio recibdo en aquella angustia por mano de su siervo fiel Fr. Diego de Cádiz. (Proe. ) 336% 954. A un jóven movido de Dios al oirle predicar en Sevilla, le vin deseo de ser Capuchino, su resolu- cion la aprobó su Director; su tio, bajo euya tutela estaba, se oponía; pero él determinó consultarlo con el Beato, lo buscó en nuestro Con- vento, y al acercarse á besarle la mano, ántes que profiriese palabra alguna, le habló así el Varon de Dios: Siga, hu . surocacion: Dios le llama y quiere entre nosotros, no tenga duda, firme, firme contra esa y toda tentacion, yen cuantas pen an acuer dese de loque le dice este pobre enfermo. Estaba en tónces convaleciente. Este jóven fué el P. Fr. Manuel de la Redondela, que, como dijimos, murió en Málaga de actual Lector de Teología, con ge neral sentimiento de su Provincia por sus recomendables prendas y ejem: plar vida. je 955. — En la misma Ciudad de ne- villa deseando una Señóra comuni car con nuestro Beato asuntos de

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