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| Ñ e _— = za Caso ic IM EL ai 984 CAP. LXX0MI ( casioón á los ignorantes y émulos del B. Diego para que hablasen con poco idad, tanto de ella cuanto de su Director ó consejero, las honor y ménos más siguieron con edificacion el anto propósito con que fueron al clanstro iíntre las muchas que siguieron su dic támen, para preferirlio al otro estado, fueron tres sobrinas suyas, como se dijo en el n. 4 801. A pesar de su vigilancia, parece quisieron asaltar su castidad, siguiéndose desde entónces no volver jamas á visitar enfermas sin compa- ñero, ni á decir 4 alguna Evangelio en sitio retirado ú obscuro, ni volver al Confesonario cuando lo frecuentaba sin armarse con un extraordinario ci licio, que solía llamar cíngulo de la castidad. Bien que, si la conservó toda su vida, fué porque toda ella era le na de mortificacion, de avunos, de ab stinencias, de vigilias y de contínua o ración, que son los eficaces medios 6 remedios para conservarnos castos y puros. Parece que Dios había hecho á este su Siervo, la gracia de conocer por el olfato los contaminados con la impureza, como leemos fué concedido á San Felipe Neri (1). En Moron, tal vez inspirado de: Dios, torció de im proviso á cierta calle de no muy buen olor; á pocos pasos entraban por la parte opuesta ciertos soldados cuyos proyectos eran perversos, y al ver su bir al B. Diego, sorprendidos volvieron atras diciendose mutuamente: « Dios « ha traido aquí á este Fraile para «que esta tarde no nos leve el dia « blo ». Confesando en Málaga á una Religiosa, cortó de pronto el asunto que trataba, salió del confesonario, volvió 4 6l como un cuarto de hora despues, y dijo á su dirigida : « Ri (1) Decía el P. Cádiz que era tal el he percibía, que tod que 3 los hedores y cosas corrom- pidas y podridas de la tierra no le igualan, y que á sólo los del infierno se pueden asimilar, (MS, A.) — Ya desde niño se notaba en el B, Diego un sumo amor á la modestia y recato. Recuerdo, dice su sobrina, que siendo de cuatro ó cimco años de edad este siervo de Dios dormía con “su hermano, padre de la deponente, y servó que pouia siempre una almohada en nu dio de la cama para que los cuerpos no se tocasen, y aun observó que el P. Cádiz tenia una cuerda a- tada al rededor de la cintura como señal de mor- úficación. (Proc. p. 262), ASTIDAD ANGÉLICA « mos el Te Deum en acc « cias á Dios, porque su Ma estas 10n de gra- ( se « ha disnado por mi indieno Ministra « suyo, impedir un horrendo sacrile « gio ». Otras muchas veces estorbá por vari ¡Ss e Ingenioso medi Ss SemiÑ jantes culpas, Y siempre que. esto a contecia se lo conocían los e 'mpañe ros por la alegría de su semblante, 892. *— Bien sabía el B. Dieso que si Dios no guarda la ciudad, serán vanas y sin efecto cuantas diligencias pongan los hombres en su Conserva cion ; por eso desconfiado siempre de que su vigilancia bastase á preserva su castidad, era ferviente en clamar por el auxilio soberano á cuya som bra 6 proteccion se conservaría cier tamente ilesa. Con este objeto desdi los dias en que empezó una y da d mayor fervor, en todos destinaba un rato de:su oracion á pedir fervorosa mente á Dios esta virtud. Cierto de que por la intercesión de la gloriosa Reina de las vírgenes le vendría este don. consasgraba en su obsequio cuan tas mortificaciones practicaba los miér- coles v sábados. Jamas entró en la capilla de Ntra. Si de la Paz que no le pidiese humildemente que con- servase pura su alma y cuerpo. ln todas las festividades de Nuestra Señora renovaba el voto de castidad, v hablando de ella con cierto religioso, despues de haber jurado en Sevilla en la Iglesia de Jesus Nazareno, en la calle que llaman de las Armas, defen- der « usque ad e[fusionem Sanquints » la original pureza de la Mad Dios, le dijo: « Si el Señor dejase 1 « mi eleccion padecer martirio, Ó tn « obsequio de la fe 6 de la castidad 4 me parece que daría mi vida en de « fensa de esta ». De este mismo a fecto le venía la particular devoción que profesaba á Sto. Tomas de A no, eivo cordon usó muchos años, y al castísimo y penitente jóven S. Luis de Gonzaga; á4 este rezaba diariamente terminando sus Padre nuestros con la devotísima oracion « Coelestíum dono- rum distributor Deus ».
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