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A O MS 250 CAPÍTULO LXVÍ CAPITULO LXVL Amor de Dios. 782. — Ya hemos visto en el capí tulo anterior la sublime esperanza y resignacion del B. Diego. Para tra tar del divino fuego de la caridad que ardía en su pecho, seria necesaria la pluma del Doctor Seráfico. Para dar alguna idea del ardor cón que el Beato amaba á Dios, nos valdrémos de las declaraciones de sus contemporáneos y de algunos de los testigos que fue- ron citados para los procesos canóni cos. — Ki que ama á Dios, sólo quiere el querer de Dios, y esto lo vemos cumplido en el B, Diego: « Deciros yo que su estudio fué siempre inves tigar la voluntad de Dios; su alimento cumplirla, su reposo manifestarla, y su consuelo y regocijo verla respetada y guardada, como él quisiera, de toda criatura; no creais que es, á título de panegirista, exagerar á quien alabo, sacando el mérito ni la verdad de sus quicios: sino contaros lisa y lluna- mente lo que pasaba por él; y escrt bió é6l mismo de su puño al kminen- tísimo Delgado, afirmándole ser tal el fuego que le consumía por la gloria de Dios, que si era de decir, en lo pro fundo que se hallara de los infiernos, haría resonar su Santo y Excelso Nom- bre. » (Prieto, Pp. 32). 783, — Si el amor de Dios se mani- fiesta confesándole, alabándole, y mag- nificándole en público y en secreto, ¿quién dudará que así lo practicó el B. Dieyo, de cuantos le oyeron ó ten- gan noticia de sus sermones ? Sus a- rengas á los llustres Cuerpos, que lo distinguieron con sus honores, están sembradas de expresiones brillantes en loor de Dios; en cuanto escribió, res- piran sus alabanzas, y ni dió paso en que, si bien se reflexiona, no demues- tre que todo aspiraba á dar gloria y honor al Soberano Señor á quien amaba con amor fervoroso y activo. 51 las obras son las pruebas convincentes del amor, ¿quién pondrá en disputa la he- roicidad de las de nuestro Beato? Si profesando se desprende de cuant> pudiese adquirir y de sí mismo, €s porque ama á Dios; y así mismo lo decía á sus connovicios en aquellos dias. Si con tanta escrupulosidad obsej- va sus votos, como se dirá, « es por « el amor de Dios, que le empeña á « cuidar de no ofenderle en lo más « míuimo. » Si se dedica con el teson que sabemos, á la práctica de las yir- ' tudes, es por lo mismo, como se lee en muchas de sus cartas. Si se retira ly estudia, si ora cual se sabe, es por- | que quiere aprender á amar á Dios. Si abraza la penosísima tarea de la i mision, si la lleva con la inflexibilidad que se admiró, si nada afloja en esta del rigor de sus austeridades y peni- í tencias, si finalmente obedece muchas veces en cosas árduas, no sólo con detrimento de su salud, sino con pe- ligro de su vida, ya se le oye decir: « de otro modo seré mentiroso si digo ¡a que amo á Dios ». Todo esto per- | suade que le amaba con todas sus potencias y fuerzas, porque todas las empleaba en su honor y gloria, ma- nifestando sin equivocación «que aspi- ¡ raba á la perfeccion de este amor, por los caminos ó grados que seña lan los Maestros de espíritu, y andu- | vieron aquellos de quienes no pode- mos dudar que su amor fué insupe- rable ú insaciable. 784. — Veinte y ocho años se ocu- pó incesantemente en el difícil minis- terio de la predicacion. Pueden cal- cularse sin exageración en más de ocho mil leguas las que anduvo en este laborioso ejercicio, y sólo un a- mor insuperable pudo no desmayar ul decaer al peso de los frios, calores, nieves, lodos, desnudez, hambre y fa- tigas que soportó: sólo un amor in- cansable "pudo hacerle superior á las fuertes contradicciones, á los despre cios, ultrajes, que alternaron con los aplausos y honores que experimento, Sólo un amor, á todo invencible, pudo | sostenerle firme en sus peregrinacio- nes, casi siempre molestado de enfer- medades y achaques contraidos en ellas, en especial aquel íntimo peli- groso, y por muchos años contínuo do lor de entrañas, que cmo se veía lo llevaba contraido, y que á ocasiones le impedía la respiración, y que en al- gunas, como vimos sucedió en Zara- goza, le puso casi exánime en el púl- pito, de donde le bajaron á poco de ¡ haber empezado el primer sermon. ' Sólo un amor tan fuerte y sostenido

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